18/09/2024
07:18 PM

Experiencia huracánica

Con los huracanes Dean y Félix no puedo menos que recordar al Mitch, 1998, que marcó profundamente la vida de muchas personas, poblaciones, regiones, en definitiva, de todo el país. Aquellos días de lluvias, ¡qué diluvio!, hicieron que olas de gentes que vivía en zonas propensas a inundación de San Pedro Sula y muchos otros parajes salieran en busca de refugio.

    Con los huracanes Dean y Félix no puedo menos que recordar al Mitch, 1998, que marcó profundamente la vida de muchas personas, poblaciones, regiones, en definitiva, de todo el país. Aquellos días de lluvias, ¡qué diluvio!, hicieron que olas de gentes que vivía en zonas propensas a inundación de San Pedro Sula y muchos otros parajes salieran en busca de refugio.

    Mi experiencia con la gente afectada fue directa. Estaba en la parroquia San José de uno de los barrios más antiguos de la ciudad, Medina. El día en que el huracán se posicionó de pleno y dejó verter sus silos de nubes hinchadas, y al fin la población comprendió la alarma de Copeco y de los medios de comunicación, empezaron a salir a como diera lugar de las zonas de peligro hacia las partes altas de la ciudad.

    La gente empezó en desorden a llegar a la sede parroquial. No era para menos. Unos venían con niños, gallinas, perros, y toda clase de mascotas; otros llegaban con muebles, camas, refrigeradoras, estufas, chimbos de gas y otros electrodomésticos.

    Poco a poco empezamos a ocupar las aulas y salones de la parroquia. Acogimos hasta 35 familias con todo lo que les cuento arriba. Parecía que el mundo se acababa. La diáspora de damnificados hacia la parte alta de la ciudad era sobrecogedora.

    Cuando hube cerrado las puertas a tantas almas en pena que venían pidiendo refugio caí en la angustia de cómo socorrería aquella pequeña población que había invadido la casa de Dios. Entonces llamé por teléfono a algunas mujeres piadosas para que me ayudaran a conseguir alimentos. La primera noche logramos hacer una 'espaguetada' gigante. Las noticias pronosticaban lluvias por varios días, como en verdad así fue. Entonces me apresté a solicitar ayuda municipal.

    Roberto Larios Silva era alcalde entonces. Fui a un lugar, creo que era la sede de los bomberos, donde había acopio de alimentos. El alcalde tenía el rostro desencajado por la situación. Muchos íbamos a él a fin de que nos diera autorización para sacar alimentos. Era la primera vez que cruzaba unas palabras con él. Le dije que tenía 35 familias en la parroquia, que necesitaba comida. El edil, sin dilación, respondió dando indicaciones de que me dieran rápido lo que necesitaba.

    Mientras unos iban a la bulla, otros iban a la cabuya. ¡Qué lástima!