El título de esta novela del escritor y periodista paraguayo Augusto Roa Bastos es hoy propiedad de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo, quienes se han convertido de hecho y de derecho en los dictadores de la atormentada hermana República de Nicaragua.
Hoy, con las reformas aprobadas en primera legislatura por la Asamblea Nacional a la Constitución Política, se les han transferido poderes omnímodos que les permitirán “coordinar” al Legislativo y Judicial, sometidos a la voluntad y decisiones del Ejecutivo, de naturaleza patrimonialista-autoritaria, para el enriquecimiento familiar de la pareja y sus hijos. Cualquier semejanza con el somocismo no es coincidencia; son dos gotas de agua a imagen y semejanza una de la otra.
Se han reformado 135 artículos constitucionales y derogado 38, incluyendo el que prohíbe la aplicación de torturas. Se amplía de 5 a 6 años el período presidencial, se incorpora la figura de “copresidenta”, y se crea una nueva fuerza de choque paramilitar: la Policía Voluntaria. El Estado nicaragüense es hoy, sin tapujos ni cosméticos, de carácter totalitario, legalizando la dinastía familiar, el partido único, y concentrando en dos personas poderes absolutos sobre la totalidad de las instituciones civiles, militares y policiales, perfeccionando la represión, el terror y la intolerancia contra toda forma de disidencia civil, ya sea por parte de la intelectualidad, las organizaciones privadas de desarrollo, la Iglesia Católica, o el sector honesto al interior del Sandinismo. Se clausuran universidades privadas, se despoja de personería jurídica a las oenegés, y se asesina, encarcela, deporta y despoja del derecho a la nacionalidad, con elecciones totalmente fraudulentas cuyos resultados se conocen de antemano.
En el proceso, corrompieron y deformaron la Revolución Sandinista triunfante en 1979, gracias a la alianza con las fuerzas vivas internas y el respaldo activo de distintos países con apoyos diplomáticos y financieros, que derrocaron al régimen instaurado por Somoza García y sus descendientes a partir de 1937. Ortega fue consolidando su control del partido y el gobierno, purgando a la oposición sandinista: Sergio Ramírez, Dora María Tellez, Henry Ruiz, Mónica Baltodano, y a su propio hermano Humberto.
Todo régimen tiránico, tarde o temprano, llega a su fin cuando sus pueblos dicen basta y recuperan su libertad y dignidad. Así ocurrió con Ceausescu y su esposa Elena en Rumania, derrocados y fusilados en 1989, y con Gadafi en Libia, igualmente ejecutado.
Nicaragua se ha convertido en santuario de delincuentes internacionales autores de graves casos de corrupción en sus países, de los que se fugan para ser bienvenidos en la tierra de los lagos y volcanes. ¿A cambio de qué?