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¡Urge!

  • 16 julio 2019 /

Para mitigar los riesgos de algo “similar-distinto” es necesario una difusión plena y hasta literal de la propuesta entregada a las bancadas, de los debates en el Congreso, institución política por naturaleza, de las dirigencias partidistas y de colectivos de la sociedad civil.

    Algo se debe hacer, y con celeridad, aunque bien pensado y discutido, puesto que se reconoce la necesidad y los días corren en contra, no sea que lleguemos a los “ últimos tiempos” y todo sea calificado como carnada o trampa electoral.

    La Organización de Estados Americanos entregó una propuesta, que podemos calificarla de honrosa ilustración, para seguir la ruta de las reformas electorales aprobadas a principios de año y sobre las cuales expresó su criterio el organismo hemisférico que no serán panacea, pues el ambiente está demasiado caldeado y no falta quienes arrimen leña.

    Sobre el eje de la transparencia giran los esfuerzos por integrar organismos representativos, independientes, creíbles y de total confianza de los ciudadanos porque la de los políticos es casi imposible, pues se proclaman dueños de la verdad y de cuanto hay a su alrededor.

    Las dificultades y confrontación en el campo legislativo se centran en la elaboración de la Ley del Consejo Nacional Electoral (CNE) y del Tribunal de Justicia Electoral (TJE), sobre los cuales ha presentado sus recomendaciones la OEA, pues no debe ser solo un cambio de nombre que encierre las maquinaciones partidistas, sino organismos, cuyos magistrados actúen con total independencia, y aquí es donde el ayer volverá al hoy con distinto color, quizá, pero con similares ambiciones.

    Para mitigar los riesgos de algo “similar-distinto” es necesario una difusión plena y hasta literal de la propuesta entregada a las bancadas, de los debates en el Congreso, institución política por naturaleza, de las dirigencias partidistas y de colectivos de la sociedad civil. Es necesario, no arrebatar, pero sí exigir con determinación una labor legislativa que abra los espacios a la convivencia y elimine el dogmatismo ideológico, de manera que en horizonte de los proclamados o autoproclamados redentores se afinque la paz social y la prosperidad, que no es favor, sino derecho ciudadano arrebatado o acomodado, muchas veces, a intereses sectarios.

    El desafío está allí. Veremos ahora quiénes y cómo responden a las reformas electorales, integran los organismos, eliminan el ambiente de confrontación y crean espacios favorables a la decisión y pronunciamiento de los electores con el eficaz respaldo del Consejo y del Tribunal, pese a la atracción de los colores y al discurso fácil de la demagogia. ¿Quién fallará? El pueblo, no, ojalá que tampoco los diputados y las dirigencias partidarias.