Graves fenómenos naturales y situaciones sociales extremas han llevado a los gobiernos, en distintas épocas y en diversas latitudes, a decretar toques de queda de determinada duración. En ese período, los ciudadanos están obligados a quedarse en sus domicilios o en sus sitios de trabajo, según sea la naturaleza de estos, y a evitar circular como ordinariamente lo hacen. El fin de los toques de queda o de los estados de sitio, que no son sinónimos, pero comparten algunas características, es el de evitar el caos, la anarquía, y asegurar que el imperio de la Ley se mantenga o recupere, mientras se dan las condiciones para retornar a la normalidad. Huracanes o terremotos, ataques a la propiedad pública o privada, saqueos, masacres, interrupción de la convivencia pacífica, etc., pueden provocar que la autoridad legítima suspenda algunas garantías constitucionales, para evitar males mayores.
Lo normal, lo propio, es que mientras dura un toque de queda, se pongan los medios para que la deseada recuperación de la normalidad tenga visos de garantía y se haya dado pasos firmen en la solución de la problemática que ha generado la interrupción del normal desenvolvimiento de la vida ciudadana.
La necesidad de tomar unas medidas drásticas para poner fin a la violencia provocada por el crimen organizado en algunas zonas específicas del Norte de Honduras es evidente. Urge localizar, capturar y poner a la orden de los tribunales de justicia a los antisociales que generan miedo, inseguridad, grandes pérdidas económicas, migración interna y hacia fuera del país, y la muerte de compatriotas, la mayoría de ellos inocentes. Las limitaciones en la movilidad pueden facilitar que la Policía ubique a los delincuentes y evite que estos continúen haciendo de las suyas en contra de la ciudadanía honrada. Así existe mayor probabilidad de que se reduzcan las acciones de los grupos irregulares que se mueven por las comunidades más pobladas.
Lo que sí es indispensable reconocer es que los toques de queda no pueden ser permanentes y que cuanto menos duren mejor. Lo fundamental es la acción pronta y diligente de la autoridad para llegar a la raíz y resolver la situación que llevó a la implantación del estado de excepción. En una economía maltrecha y amenazada por una recesión las consecuencias de una medida como esta pueden tener consecuencias devastadoras. Entre el covid-19, Iota y Eta y ahora un toque de queda muy prolongado el panorama es sumamente sombrío. Ojalá que tomen las medidas pertinentes y las decisiones más acertadas sobre este tema. Y esas medidas y esas decisiones no deberían tomarse sin consultar con los afectados directos, los que generan trabajo, los que producen riqueza.