07/12/2025
06:47 PM

Tomar lecciones

    La extradición del expresidente Hernández Alvarado y el regreso a la cárcel de la ex primera dama Rosa Elena de Lobo no deberían ser motivo de alegría para nadie. Y esto no porque la aplicación de la justicia no deba producir satisfacción en la población, sino porque lo más importante de todas estas situaciones tiene más que ver con las lecciones que todos aquellos que detentan o lleguen a detentar el poder en Honduras deben tomar.

    Definitivamente, es una lástima que, en el primer caso, la aplicación de la justicia deba proceder desde fuera. Esa es una muestra de la falta de madurez y eficacia de nuestro sistema judicial, y de la deficiente acción de nuestros operadores de justicia. En Honduras aún falta mucho para que la aplicación de la justicia sea pareja, objetiva y pronta. De ahí que la mayoría de los hondureños manifiestan alguna desconfianza en ese sistema. Pasos se han dado, pero el más importante, que es el de conquistar la confianza de la ciudadanía, aún está bastante lejos. Y mientras esa situación, anómala, no se corrija, parece que vamos a vivir bajo una suerte de justicia tutelada, porque la nuestra no alcanza todavía la edad para administrarse por sí sola. Una de las lecciones que estos penosos eventos debe dejarnos es la necesidad de que el Poder Judicial alcance, por fin, su independencia. La independencia de poderes en Honduras continúa siendo una aspiración. Y no parece que haya signos de que vaya a cambiar. Está por verse si la elección de la nueva Corte Suprema se logra sin influencias políticas y sin repartición de magistraturas entre partidos. Todos los intentos anteriores han resultado fallidos, y se ha llegado al colmo de “renunciar” magistrados porque no responden a la línea, o no “obedecen”, al partido en el poder. Y ese hecho se ha dado tanto durante Gobiernos liberales como nacionalistas. Falta ahora ver si, en esta ocasión, las cosas son diferentes.

    La otra lección es para los gobernantes y para la ciudadanía en general: la ambición no es la mejor consejera. El mareo, el vértigo, que produce el poder no debe causar en los que lo detentan una especie de invulnerabilidad u omnipotencia. En una democracia como la nuestra, los cargos rotan cada cierto tiempo, nadie es permanente, nadie eterno; hoy se está arriba, mañana abajo. Y la llanura nos pone a todos en el mismo plano.

    Por el bien de Honduras, por el bien de sus familias y de cada uno de sus miembros, saquemos lecciones de estos hechos; o se repertirán.