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Más partidos

  • Actualizado: 13 abril 2016 /

    Cinco personas, que dicen representar a varios miles de ciudadanos, se han presentado ante el Tribunal Supremo Electoral para solicitar la inscripción de la misma cantidad de nuevos partidos políticos para las elecciones internas y generales a celebrarse en 2017.

    El surgimiento de nuevos partidos tiene, como tantas cosas en la vida, unos aspectos positivos y otros negativos. Por un lado, cada agrupación brinda a la población la posibilidad de encauzar su pensamiento político y de lograr, por lo menos, algún representante en el Congreso de la República para poder hacer oír su voz; pero, por el otro, muestra que los cuatro grandes partidos que hoy definen el panorama político nacional no han sido capaces de resultar suficientemente atractivos para todo el electorado y, además, causan un fraccionamiento que dificulta la toma de acuerdos unánimes y la construcción de consensos, hoy indispensables para sacar adelante a la nación.

    Queda, también, saber el sustento ideológico sobre el que se erigen estas nuevas opciones partidarias, si es que hay reales diferencias entre las supuestas nuevas propuestas y lo que ya tenemos. Por ahora, por lo menos en aquellos que tienen representación en el Congreso, no puede decirse que haya posturas doctrinales realmente opuestas y, en cierta medida, con la excepción del Partido Libre, en el que conviven personas y personajes con visiones de la economía y de la sociedad realmente dispares, hay bastante unidad de criterio respecto al modo en el que habría que dirigir el país para llevarlo por la ruta del desarrollo, esto es: fortalecimiento de la inversión privada nacional y extranjera, generación de empleo, solidaridad intersectorial, lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, educación de calidad para todos, entre otros. Cambian las caras, pero no los objetivos ni los medios.

    Nuevos partidos, nuevos colores y nuevas banderas son manifestación de espíritu democrático, de libertad para organizarse y accionar políticamente, lo que, en definitiva, es plausible. Quedan aún en el mundo, y en el continente, regímenes autoritarios de partido único en el que la disidencia se criminaliza y no se respeta el derecho a la libertad de conciencia, y no digamos a la libre organización y movilización. Honduras, a pesar de todos los pesares y aunque a algunos malos hondureños les duela, se ha ido alejando cada vez más de la nostalgia por las dictaduras, de izquierda o derecha, y se ha encaminado, cada vez más, a convertirse en una sociedad abierta en la que la tolerancia y el respeto a la opinión ajena ha adquirido carta de ciudadanía.

    Falta ver si cada uno de estos nuevos institutos políticos cumplen con los requisitos que la ley exige y captan la voluntad del mínimo de ciudadanos para mantenerse en el ruedo.