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Los indeseados

  • 16 noviembre 2022 /

    Los grupos de hondureños que se juntan en caravanas e intentan llegar a la frontera sur de Estados Unidos, desafiando todos los peligros, no han dejado de organizarse. Con ininterrumpida periodicidad, hombres, mujeres y niños, abordan, sobre todo en San Pedro Sula, unidades de transporte que, en una primera etapa, los llevan a la frontera con Guatemala, luego, si no son repatriados, cruzan toda la geografía chapina hasta llegar a México, desde donde intentan de mil maneras colarse en territorio estadounidense.

    Estos hondureños se ven obligados a marcharse del país, sobre todo para huir de la violencia que se vive en algunos barrios y colonias de las ciudades hondureñas más pobladas, pero también del desempleo y el subempleo, luego de batallar por insertarse en una sociedad en la que no abundan las oportunidades y les ofrece pocas esperanzas de un futuro mejor.

    De modo que, de alguna manera, son expulsados de su propio país, son rechazados por las autoridades migratorias de Guatemala y de México, para luego toparse con una frontera que luce infranqueable, y que para cruzar de manera ilegal deben pagar miles de dólares a traficantes sin escrúpulos y sufrir todo tipo de vejámenes y peligros, para terminar, muchas veces, siendo igualmente deportados y retornados de manera forzada al país.

    Pareciera que estos hondureños y hondureñas, de todas la edades imaginables, son los indeseados, aquellos que se mueven en una suerte de “limbo migratorio” o se van quedando esparcidos por la prolongada franja que va desde Ocotepeque hasta el sur de Texas, Arizona o California.

    Largo resultaría documentar las historias de estos indeseados. Muchas resultarían auténticas piezas de terror: robos, abusos, maltratos, chantajes, engaños, violaciones, etc. Más de los que se creen terminan en alguna fosa ignorada cavada por los delincuentes, o mueren asfixiados en un furgón sin ventilación o por la sed y el calor en el desierto. El anhelado tránsito de la pobreza y la marginación a la tierra de las oportunidades termina por convertirse en un viaje a la frustración o a la muerte.

    Es difícil que las campañas que buscan concienciar a los que buscan emigrar los convenzan de que no se vayan. Y habría que haber sufrido las amenazas, el asesinato de algún familiar cercano, el desalojo forzado de su casa de habitación o el miedo permanente, para entender la desesperada decisión de marcharse en una caravana.

    Nadie aspira a convertirse en un indeseado, pero mientras las condiciones de país no mejoren, continuarán reproduciéndose en un desfile infinito.