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Lodo de aquellos polvos

  • 11 enero 2023 /

    Lo que pasó hace meses en Chile, lo de abril de 2018 en Nicaragua, lo que acaba de suceder en Brasil, no son más que síntomas de un padecimiento que debe preocuparnos a todos y para el cual debemos buscar la medicina antes de que sea tarde.

    Es evidente que los procesos democráticos no han terminado de asentarse en el imaginario latinoamericano, porque tanto en la llamada derecha como en la izquierda, hay grupos que no aceptan la alternancia en el poder, ni el diálogo civilizado y civilizador, y quieren imponerse a la fuerza y, si es posible, eliminar a la oposición.

    Hay en todo el continente, al norte del río Bravo también, individuos que consideran que solo su manera de pensar es válida, que sus soluciones son únicas y que los que piensan distinto deben o someterse a sus caprichos o cavar nuevas catacumbas para enterrarse en ellas.

    Y esto no es más que lodo de aquellos polvos, fruto del discurso intransigente de los violentos, de los que abogan por un retorno a la barbarie, de los que no admiten más ópticas que la propia. Y así no hay convivencia armónica posible, ni debate de ideas, y, por lo tanto, ni progreso, ni desarrollo.

    Porque el totalitarismo, de izquierdas o de derechas, destruye la paz social, y, con ello, acaba con la posibilidad de buscar un futuro común en el que prevalezca el respeto, el entendimiento entre los contrarios.

    Por lo anterior, en Honduras es urgente una rectificación inmediata de parte de aquellos a los que les gusta atizar el fuego, insultar a los oponentes y presentarse como profetas infalibles de verdades incontrastables, dogmas irrebatibles. Y esto último solo existe, y hay quien los rechaza, cuando se trata de verdades de fe, y nada más.

    El mundo de las ideas está poblado de planteamientos opinables, no de respuestas únicas ni cerradas.

    Lo mejor que la dirigencia política hondureña puede hacer, sobre todo ahora que va a elegirse algo tan delicado y tan importante para el sistema democrático como la nueva Corte Suprema de Justicia, es bajar el volumen de sus voces, dejar que el proceso transcurra dentro de los cauces establecidos y no pretender presionar a los responsables de la elección y menos hacer convocatorias para demostrar una fuerza que debería utilizarse para la búsqueda de consensos u otros fines más nobles.