Pasó del campo de la ciencia ficción a la cotidianidad, con impactos en distintos órdenes de la sociedad, la economía, el comportamiento humano, la política, lo que implica el deber de obligatoriamente adaptarnos a nuevas realidades cada vez más omnipresentes, a nivel global, tanto en países posindustriales, de servicios, como en naciones que están muy lejos de alcanzar tales niveles de desarrollo y crecimiento.
La empresa McKinsey & Co, recién ha realizado un estudio para Centroamérica y el Caribe, estimando que para el año 2030, esta tecnología podría contribuir a las economías de las repúblicas ístmicas y antillanas, con montos de entre $20 a $30 billones, equivalente en alrededor del 5% del Producto Interno Bruto de ambas regiones.
En la agricultura, facilitando análisis de suelos, modelos meteorológicos, características de las cosechas, tiempo óptimo de siembra, técnicas de irrigación, control de plagas. En ese sentido se orientó el evento convocado por la Universidad Agrícola Panamericana de El Zamorano relativo a gobernanza hídrica, promoviendo la intersección entre la academia y los líderes del sector agroalimentario, impulsando su innovación, educación y transformación.
En las finanzas, mejorando los modelos de riesgo a efecto que más personas puedan ser sujeto de crédito, incrementando ganancias, manejo de mercados, creando nuevos productos y servicios. En la educación, facilitando el desarrollo de materiales educativos interactivos y personalizados, permitiendo el acceso estudiantil a las facilidades educativas disponibles.
Respecto al recurso humano, este debe aprender a adquirir nuevas destrezas y habilidades adicionales a efecto de acoplarse a retos inéditos. Aquellos (as) laborando en ciertas ocupaciones, sobre todo de carácter repetitivo, deberán cambiar de ocupación ante la progresiva automatización. Las inéditas oportunidades que se presentan implican la estrecha colaboración entre los sectores público y privado, invirtiendo en entrenamientos para la transición laboral.
El “shock del futuro” se ha convertido en un hecho y una realidad del presente, al igual que los cambios, requiriendo de una rápida adaptación tanto por parte de los empleados como de los empleadores, lo que encuentra antecedentes históricos a partir de la Primera Revolución Industrial del siglo XVIII, cuando las máquinas fueron reemplazando a la fuerza humana y animal y el carbón sustituyó a la energía eólica en el transporte, acortando distancias y tiempos.
