28/04/2024
06:08 AM

Héroes casi anónimos

    Y en la mayoría de los casos, anónimos; personas que hacen un gran bien sin aspavientos; si es posible de manera escondida, sin buscar lucimiento, pensando siempre en los demás y nunca en ellos mismos. Así son las personas que, desde su institución hace 10 años, han recibido el premio Quetglas.

    La Fundación Obras Sociales Vicentinas, con el apoyo de distintas instituciones y empresas, LA PRENSA entre ellas, busca así reconocer la labor que hondureños y hondureñas, de manera individual, desarrollan en pro de los menos favorecidos.

    En medio de crisis y conflictos, de abundantes malas noticias y muy pocas buenas, la concesión del premio Quetglas nos recuerda año tras año que hay personas de todas las edades que encarnan concretamente el valor cristiano de la caridad y que no solo hacen profesión de su fe sino la convierten en obras palpables y visibles.

    El próximo 8 de noviembre, Osovi hará pública la selección de la persona que, entre varios postulados, se haga merecedor del premio, y animará a tantos otros a continuar con sus iniciativas solidarias o a comenzar nuevas.

    El valor cristiano de la caridad, motor del espíritu vicentino, hace posible que haya vidas que se transformen, que adquieran sentido, que recuperen la esperanza, en un contexto en el que parece privar el egoísmo o la búsqueda de acumulación de bienes.

    La virtud del desprendimiento logra que hombres y mujeres salgan de la comodidad y vayan al encuentro del prójimo. Una fe convertida en puro discurso es hueca, vacía, ruido de latas, y nada más.

    Toda iniciativa solidaria es digna de premio, pero hay algunas que destacan porque se dirigen a necesidades sentidas, pero poco consideras o afectan a personas que, tristemente, pasan desapercibidas.

    Premios como el que mencionamos en este editorial son también una suerte de despertador para tantos que vivimos ajenos a las necesidades de los demás y que nos consideramos islas en un mundo, en un país, en el que todos dependemos de todos y nos necesitamos los unos a los otros.

    El premio Quetglas, pues, va más allá del hombre o la mujer que vaya a recibirlo, es un recordatorio de que a nuestro alrededor hay hermanos que nos necesitan, que urgen de nuestra ayuda para vivir con dignidad, para satisfacer exigencias vitales que muchas veces desconocemos o ante las que preferimos cerrar los ojos.