Se trata de una abierta violación de los derechos fundamentales de ellos, percibidos como mercancía y objetos sexuales, una forma de coerción y violencia, equivalente al trabajo forzado, a la virtual esclavitud y trabajo forzado de seres humanos, generadores de elevados ingresos para traficantes, en ocasiones recibiendo coordinación y apoyo por parte de policías y autoridades migratorias a cambio de sobornos.
El destino de quienes son forzados a degradar sus cuerpos, mentes y espíritus incluye la prostitución, local e internacional, el turismo sexual, la pornografía, con una demanda siempre creciente por parte de propietarios de lenocinios, pederastas, productores de videos y películas contentivos de morbo degradante, abastecida por los rufianes.
Las estrategias utilizadas por los traficantes incluyen el engaño, ofreciendo empleo altamente remunerado en el país de origen o en el exterior, el chantaje, el secuestro, la pobreza de las víctimas y sus familias, la temprana adicción a drogas, utilizando internet, haciendo que la detección de la fuente original sea difícil de ubicar. Es evidente la vulnerabilidad física y psicológica de las víctimas ante las presiones, engaños y ofrecimientos de los tratantes.
El tráfico de niñas, niños, adolescentes es definido como “reclutamiento y traslado con fines ilícitos, de un país a otro, de una región a otra dentro del mismo país, con o sin su consentimiento o el de su familia, pudiendo mediar el engaño o la coerción, para ser utilizados como mercancía sexual...”.
En nuestro país, los menores de edad son llevados a Guatemala, en donde son trasladados a prostíbulos, bares, centros de recreación nocturna, en donde permanecen cautivos. Incluso se ha comprobado que autoridades locales elaboran documentos de identificación falsos, otorgándoles mayoría de edad inexistente. Y aquellos menores de edad que con el propósito de llegar a Estados Unidos recorren en tránsito territorio guatemalteco y mexicano están expuestos a ser violados y raptados para ser llevados a burdeles y casas de citas, perdiendo contacto con sus familiares tanto en Honduras como en la Unión Americana. Se trata de un complejo problema social, con repercusiones devastadoras para las víctimas, que quedan traumadas de por vida. No es posible permanecer indiferentes ante la magnitud de este vil e infamante comercio, ya internacionalizado, de seres humanos indefensos despojados de su presente y futuro, de su dignidad y su autorrespeto.