27/09/2023
06:43 PM

Déficit de vivienda

    Dos factores contribuyen al encarecimiento del acceso a tener un techo propio en San Pedro Sula y zonas aledañas: por una parte, el hecho de que el Banco Hondureño para la Producción y la Vivienda (Banhprovi) desde hace seis meses no efectúa desembolsos al sistema financiero privado, a fin de que este disponga de capital fresco para poder realizar préstamos para tal propósito; igualmente, los bonos otrora otorgados por Convivienda permanecen congelados.

    Por otra parte, las inundaciones provocadas por los fenómenos naturales Eta y Iota causaron destrucción total o parcial de numerosas viviendas, muchas de las cuales no han sido rehabilitadas.

    El déficit de vivienda en el valle de Sula llega a 800 mil unidades y continuará creciendo, resultado de las alzas, cada vez más frecuentes, en los precios de los materiales de construcción y en el costo de mano de obra.

    Esta combinación adversa se refleja en el decreciente poder de compra de sus pobladores, mismos que en más de un 60% deben alquilar, representando a más de 300 mil personas.

    Actualmente el precio estimado de una vivienda social está valorado en más de un millón de lempiras, en tanto el destinado a la clase media oscila entre 3 y 3.5 millones de lempiras, lo que imposibilita a muchos compatriotas a ser propietarios de una solución habitacional propia.

    La demanda continúa en ascenso, no así los fondos disponibles para materializar tal ideal. Así proliferan cuarterías y tugurios en condiciones insalubres, la única opción para muchos y para los menos afortunados, particularmente los que migran de áreas rurales a urbanas, es el trasladarse a las orillas de los bordos.

    Esta es la dramática realidad actual en la que sobreviven miles de sampedranos y sampedranas.

    Atrás quedaron proyectos masivos de vivienda que, en su momento, fueron financiados con fondos de la Alianza para el Progreso, programa impulsado por el presidente John F. Kennedy, por el Instituto Nacional de la Vivienda (Inva) y por algunas cooperativas locales.

    Quienes en aquellas épocas pudieron adquirir su propia vivienda a bajo precio -cuando aún no ocurrían procesos inflacionarios- deben considerarse afortunados, algo muy diferente a lo que hoy enfrentan millones de personas, particularmente las nuevas generaciones, poseedoras de muchas expectativas, pero de escasas oportunidades de movilidad social.