03/12/2024
08:46 AM

Confianza

    Pensar y decir, decir y pensar es el binomio de mayor ausencia en las relaciones sociales de manera que florecen las palabras al ritmo de la demagogia marcando distancia infinita sobre el pensamiento que, a la chita callando, espera las condiciones más apropiadas a intereses individuales para aparecer suplantando el florido discurso del ayer no, el hoy sí y el mañana veremos. Bien enseña la sabiduría popular que más sabe el diablo por viejo que por diablo.

    Y es esta dicotomía, rígida división, la que abona la desconfianza entre los ciudadanos y las instituciones del Estado o entre personas que presentan rostro de conciliación, pero a la vuelta de la esquina marcan distancias insalvables que levantan muros en la comunicación, pues en lugar de encauzar los recursos y pensamientos hacia una armonía eficaz multiplican los mensajes y acciones que, como globo sonda, enredan la interrelación en todos los niveles.

    Necesitamos dar muestras reales y eficaces de palabras y acciones para recuperar la confianza que haga realidad la comunicación, gestar y poner en común el horizonte y el camino hacia él donde el triunfo del bienestar de los hondureños prevalezca en un sólido y funcional ambiente de paz, justicia y libertad. Sin ello cada vez será más frecuente y fuerte el ruido del engranaje administrativo en camino al colapso.

    En este proceso de la comunicación es necesario el debate de altura con plena aceptación del derecho a la información y a la opinión no siempre bien aceptado por el poder que desborda como avalancha para dar color a la información y alzarse como gestor genuino de la comunicación. Así se va escribiendo la historia de Honduras desde hace décadas con evidencia contundente en aumento de la pobreza, arraigo de la violencia y disminución de oportunidades de trabajo particularmente para los más jóvenes.

    Es por lo que necesitamos personas con pensamiento y palabra de la mano porque la sinceridad, no la mentira, es condición indispensable para hacer realidad el profundo y sabio dicho popular, “hablando se entiende la gente”. Hacia ese entendimiento habrá que caminar, despojando el “yo” de la posesión absoluta de la verdad y, por consiguiente, del ordeno y mando.

    Alguna vez nos hemos referido a Irene Vallejo, filóloga y escritora española, quien en su libro “El infinito en un junco” muy acertadamente señala: “Empezamos escribiendo inventarios y después invenciones (primero las cuentas; a continuación, los cuentos”). Es la realidad a flor de piel de nuestra democracia, cuya dirigencia evidencia el infinito alejamiento del pensamiento y las palabras ahondando el abismo de la falta de confianza.