“En todas partes se cuecen habas”, es la expresión popular para señalar que los problemas, los disgustos, la injusticia o la corrupción no son exclusivos de personas o lugares. Claro que la diferencia es en el cocido, que, consciente o inconscientemente, es consumido por una sociedad pasiva donde la mayoría de las veces todo pasa sin que pase nada, lo que contribuye a la debilidad de las instituciones y la ausencia de credibilidad. A alto nivel tras cuatro meses de investigación, la Policía belga enfiló con determinación en el Parlamento Europeo para congelar los medios informáticos a fin de evitar que información sobre presunta corrupción y blanqueo de capitales generados desde Catar pudiese desaparecer. La acción fue determinante y recibió el respaldo de las fuerzas políticas europeas, nada de inmunidad o tratamiento especial en la investigación.
Los indicios en principio fueron tomando cuerpo, y aunque en los comunicados y lenguaje todavía hay presunción según la doctrina jurídica, fue plenamente identificada la vicepresidenta de la eurocámara, Eva Kailí, un exparlamentario y dos familiares. Desde el Golfo fluyó el dinero con el que Catar esperaba influenciar “en decisiones económicas y políticas del Parlamento Europeo”. El dinero “negro”, efectivo decimos nosotros, fue hallado como prueba para que quienes cocinaron las habas prueben el amargo sabor de las condenas.
Aquí está la clave para entender el fracaso en nuestra sociedad de la lucha contra la corrupción, que se considera como gran mal, pero implícitamente negociable con un “hoy por ti, mañana por mí”, y siempre con intromisión en los tribunales o interpretación de leyes. Los casos fluyen, pero como justicia tardía no es justicia se guardan en archivo, se van utilizando recursos, y por evidentes que sean las pruebas los favorecidos hoy reciben bendición.
Ahí están los casos a “paso de tortuga atada” del Instituto Hondureño de Seguridad Social y los relacionados con la emergencia de la pandemia. La denuncia de la Unidad de Política Limpia sobre la presentación de la información de los gastos de campaña. Aspirantes a la Presidencia, contendientes en el nivel de diputados y candidatos a las alcaldías, un total de 1,748 excandidatos, ni se “acuerdan” ni les hacen acordar lo de cuentas claras para conocer el origen de los recursos que financiaron la ambición del respaldo popular.
Y esto, dirá más de uno, son minucias porque el rendimiento de cuentas, obligación de todos los que manejan recursos del Estado, no está ni en pañales. Los recursos del presupuesto con asignación concreta y determinante reciben el toque mágico desde lo alto para derivar hacia otras cosas con arreglo a la política de turno. “En todas partes se cuecen habas”, pero el cocido no es el mismo.