08/02/2025
09:35 PM

Cementerios clandestinos

    Tal práctica absolutamente inhumana, repudiable, propia de mentalidades proclives a la violencia extrema, ya estaba presente en la década de los años 70, cuando tras el asesinato de civiles y religiosos en el valle de Lepaguare, Olancho, sus cadáveres fueron lanzados a un pozo de malacate en una hacienda de propiedad privada. Su eventual exhumación reveló la magnitud del hecho que conmovió a la opinión pública nacional e internacional, al igual que la autoría de los implicados.

    En los 80, cuando se puso en práctica la llamada Doctrina de Seguridad Nacional, previamente aplicada en diversas naciones de Sudamérica, la desaparición forzada de compatriotas y extranjeros, por motivos políticos e ideológicos, cobraron la vida de aproximadamente 120 personas, secuestradas, torturadas y ejecutadas. Un sitio favorito para enterrar los restos mortales se localizaba en La Montañita, en la carretera que de Tegucigalpa conduce a la zona oriental del país.

    Las denuncias de los comisionados de los Derechos Humanos, Ramón Custodio López, Leo Valladares Lanza y del Comité de Familiares de Detenidos-Desaparecidos de Honduras (Cofadeh), interpuestas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, con sede en San José, Costa Rica, hicieron posible el esclarecimiento de algunos casos, empero, la gran mayoría permanecen hasta la actualidad en total impunidad.

    En los años más recientes, las causales responden a venganzas personales, eliminación de competidores por territorios acaparados por bandas delictivas, represalias contra defensores del ambiente, pero la metodología es similar: el provocar lesiones corporales previas a la ejecución, el entierro en zonas de difícil acceso, la renuencia de los “rehenes del silencio” a testificar, ante el temor de correr igual suerte.

    Tales cementerios clandestinos hoy se encuentran en diversos puntos de nuestra geografía, en zonas urbanas y rurales, lo que evidencia la proliferación de tal práctica macabra, que no tiene visos de haber finalizado: todo lo contrario.

    Nuevamente, la Unidad de Investigación de Diario LA PRENSA impacta a las autoridades policiales y a la opinión pública con esta página sombría de violencia y terror, que lejos de haber quedado en el pasado, cobra cada vez más fuerza e intensidad. La carencia de personal altamente especializado en antropología forense impide el estudio exhaustivo de los restos mortales recuperados e identificados de manera indudable.

    La inseguridad de las personas y sus bienes constituye, hoy por hoy, elemento cotidiano en nuestra supervivencia individual y colectiva. ¿Por cuánto tiempo más deberemos enfrentar esta trágica realidad?