El Consejo Nacional Anticorrupción (CNA) ha publicado el libro-testimonio intitulado “Monumentos de la corrupción”, que da cuenta de algunos casos, perpetrados en distintas administraciones, que han significado sórdidos ejemplos de la manera en que se derrochan los dineros públicos, en uno de los países más pobres del continente americano y del mundo. Se pasa revista al estadio Roberto Suazo Córdova, sito en La Paz; Ciudad Mateo, Centro Penal La Acequia, Campamento Patuca III, el Trans 450 de Tegucigalpa, los aeródromos construidos en Choluteca, Celaque, Tela, río Amarillo, El Aguacate; el Policlínico de Siguatepeque, el Corredor Lenca, la falla geológica de Copán, los puentes bailey, los hospitales móviles; todos, testigos mudos y cada vez más deteriorados de la sustracción de fondos estatales desviados a bolsillos privados, cuyos dueños, políticos, burócratas, contratistas, en alianzas público-privadas, viven en absoluta impunidad, sin haber tenido que comparecer ante los tribunales de justicia.
Y los ejemplos aquí incluidos apenas son la punta visible del témpano, ya que si dirigimos una mirada retrospectiva debemos incluir, entre otros, desde el proyectado ferrocarril interoceánico, que endeudó a la nación por casi un siglo, pasando por los avales otorgados a particulares por la Comisión Nacional de Inversiones (Conadi), las dispensas y exoneraciones millonarias que facilitan el no pago de tributos, el contrabando y evasión fiscal, el soborno bananero, el proyecto de megaaserradero en Bonito Oriental, el atraco a donaciones obsequiadas por la comunidad internacional en ocasión de desastres naturales, la sustracción de millones de lempiras del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), la Tasa de Seguridad, la compra de medicamentos a punto de caducar.
Existe un vínculo directo entre el acelerado empobrecimiento de dos terceras partes de compatriotas golpeados por la galopante corrupción y violencia oficial, que los y las obliga, tanto a adultos como a jóvenes y niños (as) a migrar hacia lo desconocido e incierto, en fuga desesperada, como única posible alternativa de supervivencia.
Tal como lo afirma la directora ejecutiva del CNA, Gabriela Castellanos: “Millones de hondureños que fueron a escuelas que nunca existieron, muchos que fallecieron esperando hospitales que jamás funcionaron, un pueblo que pereció de hambre con la ilusión de planes que no se cumplieron y así seguirán muriendo en las carreteras que se pavimentaron directo a las cuentas privadas de los atracadores del Estado”.
¿Y el combate a la corrupción e impunidad, en sus infinitas variantes, para cuándo?