¿Qué culpa tiene el árbol? Se preguntaba un cibernauta ante la decisión de cortar un ceibón con más años y arraigo seguramente que los “inteligentes” empleados municipales cuya miopía solo alcanza a ver el cemento levantado por las raíces y no la frescura, la sombra y el acogedor sitio para el recreo de los escolares. Habrá lodo cuando llueva, pero ¿quién de niño no jugó en el lodo? En muchas municipalidades la voluntad se mueve con bolsas de cemento no con áreas verdes y árboles.
En el área rural justifican los cortes de árboles por la pobreza en muchos de los hogares que apenas pueden sobrevivir. Pero el descombro más irracional y ante el cual las autoridades no ven por dónde pasa la madera, se da en las zonas boscosas, incluso en las declaradas patrimonio nacional o de la humanidad. Solo ven en publicaciones las grandes áreas descombradas.
Después llegan las explicaciones culpando al pasado, pero no hacen nada o casi nada. De tal manera que al problema interno se unen las teorías científicas de El Niño, La Niña o el cambio climático. ¡Todo perfecto! Pero miles de familias llevan años sobreviviendo con hambruna. No se puede sembrar en tierra seca.
“Estamos en una situación crítica y vemos que habrá escasez de maíz y frijoles. No habrá para consumo ni para vender y si no hay para vender no habrá dinero para comprar otros alimentos”. Esta es la realidad en una extensa zona del país. Se agotan las fuerzas, desaparece la confianza y también los jóvenes de las familias que dejan la tierra para encontrar trabajo en zonas industriales o los más atrevidos se enrumban hacia el norte con la esperanza de una vida mejor.
Los funcionarios que no lo son porque no funcionan. La ejecución del presupuesto lo muestra. O esos mismos altos empleados que se acreditan el título de ejecutivos, tampoco lo son porque la realidad nacional de ayer y hoy evidencia miopía, negligencia y falta de voluntad en quienes debieran mostrar visión e interés en el presente con dimensión de futuro.
Iniciamos con la exposición de los sentimientos ciudadanos por el árbol que quieren cortar para salvar el cemento, pero la pregunta con hondo sabor humano es la misma de ayer. ¿Qué culpa tienen las familias del corredor seco de incapaces funcionarios o interesados ejecutivos que ni siquiera hablan de aprovechar el agua, de hacer pequeñas represas, de instalar sistemas de regadío? Todavía recordamos aquella misión que muy orgullosamente viajó a conocer el riego y los fructíferos cultivos en el desierto. Pero neles, pasteles.
En el ceibo de la escuela de Tegucigalpa tratan de escribir un capítulo más de la insania humana y siguen los lamentos de no hay agua, no llueve...