16/03/2024
12:30 AM

Un Ángel y un Rodrigón

Henry Asterio Rodríguez

Hace dos semanas la Iglesia hondureña despertó con la noticia del nombramiento de tres nuevos obispos, para las arquidiócesis de Tegucigalpa, San Pedro Sula y la diócesis de Choluteca. Esto debido a que los actuales obispos cumplieron la edad reglamentaria para presentar su renuncia al santo padre. A dos de ellos les conozco y les aprecio, dos grandes del evangelio en nuestro país. El nombre de Ángel deriva del término griego “angelos” que significa mensajero, es el nombre de mi hasta ahora obispo Ángel Garachana Pérez CMF, quien ha pastoreado desde hace casi 27 años la nueva arquidiócesis de San Pedro Sula. Querido y admirado por su inmenso celo pastoral, su gran capacidad organizativa, una claridad intelectual admirable y la preocupación por institucionalizar un sistema de corresponsabilidad eclesial sin precedentes en la costa norte. Garachana, como la mayoría le llama, ha sido un ejemplo de pastor no solo para la Iglesia sampedrana, sino para todo el país. Supo inculturarse a esta tierra que le recibió con los brazos abiertos, se donó desde el primer minuto y ha ofrecido durante todos estos años un ejemplo de trabajo incansable, dedicación y amor por el pueblo que Dios puso en sus manos. Ha sabido llevar consuelo a una Iglesia amenazada por la cultura de la muerte, pues como lo dice su lema episcopal, fue enviado como pastor y mensajero del evangelio a San Pedro Sula, para que su gente tenga vida y vida en abundancia (Cfr. Jn 10,10). La palabra Rodrigón, en español, designa a la vara que se coloca como auxilio para que, el tallo débil de una “vid”, pueda crecer recto hasta robustecerse. Eso ha sido Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, para esta Iglesia hondureña, su rodrigón. El cardenal no es mi obispo, pero sí mi amigo, y mi familia. Es el hondureño más conocido internacionalmente, músico, piloto, pedagogo, políglota, psicólogo clínico, doctor en teología. Fue mencionado entre los papables en los dos conclaves en los que participó, presidente del Celam, presidente de Caritas Internacional en dos periodos, miembro de varios dicasterios y coordinador del consejo de cardenales que llevó adelante la reforma de la curia Vaticana. Controversial, amado y adversado, como las grandes figuras de la Iglesia en su día, juzgado de oídas, señalado y acusado injustamente sin ser escuchado porque nunca ha querido ser defendido. Pues para él la vida es Cristo y la muerte una ganancia (Cfr. Filp 1,21) como reza su lema episcopal. Ha pasado haciendo el bien sin fanfarria y sin descansar, en una lucha constante en favor de los más pobres del pueblo hondureño. Forjador y gestor durante más de 50 años de obras sociales inmensas, como la promoción de la condonación de la deuda externa del país, o la construcción de cientos de viviendas para familias necesitadas. Eso sí, sin anuncios, fotos, ni publicidad, aumentando la ignorancia y el juicio de quien no conoce el peso de la cruz que lleva un pastor. Como siempre los contemporáneos no podremos hacer justicia a la vida y obra de estos gigantes, por ahora solo podemos dar gracias a Dios por haber vivido en su misma época y haberles tenido como padres y pastores. Gracias monseñor Ángel, gracias su eminencia Óscar Andrés.