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Si no lo vamos a realizar...

  • 03 diciembre 2023 /
Emy James

En una lejana aldea de la cual nadie ha oído hablar habita un bondadoso y solitario duendecito, quien, por cierto, es muy fanático del azúcar, todo lo que tenga un sabor dulce, tiene su aprobación. En el pueblo más cercano a su aldea, el cual, por cierto, está bastante alejado, acaban de abrir una tiendita, de la cual se dice que ofrece un sinnúmero de delicias azucaradas, caramelos y dulces que nadie en esa aldea ha probado jamás. Los habitantes de la aldea (unos cincuenta duendecitos, también amantes de lo acaramelado) están muy emocionados con las buenas nuevas, les da mucha alegría que la gente del pueblo pueda disfrutar esto y les desean lo mejor. Nadie tiene la menor intención de hacer ese viaje tan largo y arriesgado. Solo nuestro intrépido amiguito, quien ya declaró a los cuatro vientos su decisión de llegar ahí, llenar su pequeña mochila con todo lo que encuentre en la tiendita y ser muy feliz. Pero, el tiempo pasa y nadie ha sabido que el aventurero duendecillo haya salido de su casa siquiera. Cuando han pasado a preguntarle sobre el asunto, él se muestra muy entusiasmado hablando sobre la tiendita, los bombones y las monedas ahorradas para hacer su sueño realidad. También dice que esperará a que haga un mejor clima, necesita lavar su mochila y sus pequeños zapatos. Igualmente, quiere preparar una provisión para el viaje y limpiar su casita antes de salir, todo esto lo hará en cuanto le pase una leve jaqueca que le acompaña desde hace varios días. No termina de sentirse cómodo para comenzar con los preparativos, pero está muy entusiasmado. Los otros duendecitos no terminan de entenderlo.

Podríamos encontrar varios elementos que explicarían el proceder de nuestro diminuto protagonista y no sería tan difícil tomando en cuenta las veces en las que nosotros mismos hemos estado en sus zapatitos.

En primer lugar, podría ser que el deseo por obtener algo sea auténtico, pero sea únicamente eso, un deseo. Muy dentro nuestro, nunca hemos tenido la verdadera intención de llevarlo a cabo. El problema con los deseos no realizados es que son una especie de energía encaminada precisamente a realizar ese deseo y que, al no lograrlo, necesitará “explotar” de alguna manera en una acción sustituta, una que no es realmente la deseada.

Otra manera de explicar estas conductas sería la del miedo irracional, no esa emoción primaria que nos mantiene a salvo del peligro real, sino ese miedo que nuestra mente inventa y que nosotros decidimos creer y aceptar como algo verdadero.

Asimismo, podríamos estar hablando de pereza, ese pecado capital que nos mantiene postergando las cosas importantes, evadiendo nuestras responsabilidades, todo esto mientras acomodamos cada vez más nuestra zona de confort y nos llenamos de excusas, esas excusas que solo demuestran lo cómodos que estamos donde estamos.

Y, por último, bien podría ser que simplemente no estemos preparados para obtener aquello que el universo nos está ofreciendo. Si eso es así, seguramente será mejor dejar las cosas como están. Pero, no son solo explicaciones lo que podemos sacar de nuestra pequeña historia, también podemos encontrar una que otra moraleja tipo; dejemos de contar al mundo nuestros planes y, no alimentemos deseos que no estamos dispuestos a realizar.