La confianza y la confidencia en el amigo son básicas. Lo mismo la seguridad y la sinceridad. Porque me fío, me confío, ya que la confianza hace milagros. El hombre florece cuando se le valora, pues no desea defraudar a quienes confían en él. Al amigo hay que amarlo y aceptarlo con sus debilidades y cualidades. No deben ser de nuestra propiedad, solo para nuestro gusto, esclavizándolos.
La amistad tiene que expresarse con todo el ser: con miradas, la mano apoyada sobre el hombro, amplia sonrisa, cálido apretón de manos, un abrazo. Un gesto vale más que mil palabras. En los esposos especialmente es necesaria la expresión física por medio de besos, abrazos y ternura.
Quiero compartir con ustedes el Salmo moderno de la amistad: Gracias a ti, Dios alfarero, porque hiciste la amistad y la cociste con el calor de tus manos. Gracias porque pusiste a mi lado la presencia afable del amigo. Están junto a mi haciendo de ribera a mis risas y a mis amarguras.
Ellos aprietan entre sus manos mis cinco dedos, vacíos de abundancia y llenos de necesidad. Con mis amigos vienes Tú, convertido en vagabundo, en soñador, en hombre dolorido. Sus párpados palmotean sus triunfos y se cierran a mis pecados. Su voz arrulla mis lágrimas y conmina mis descuidos.
Sin ellos, Tú te vas como quien no ha venido, y el tiempo se queda sin agujas, y las madres sin corazón y las flores descoloridas. Gracias, Dios del beso y de la carta; del abrazo y de la presencia, del secreto y de la confianza, porque Tú eres así, tenemos agua para nuestra sed, pan para el hambre de todos, pies para nuestros deseos.
Gracias, Señor, porque creaste el aliento de nuestros amigos que da vida a nuestro barro de hombres sobre la tierra. Gracias, amigos y amigas míos, muy queridos, gracias por el don de su amistad. Los quiero mucho.
La amistad tiene que expresarse con todo el ser: con miradas, la mano apoyada sobre el hombro, amplia sonrisa, cálido apretón de manos, un abrazo. Un gesto vale más que mil palabras. En los esposos especialmente es necesaria la expresión física por medio de besos, abrazos y ternura.
Quiero compartir con ustedes el Salmo moderno de la amistad: Gracias a ti, Dios alfarero, porque hiciste la amistad y la cociste con el calor de tus manos. Gracias porque pusiste a mi lado la presencia afable del amigo. Están junto a mi haciendo de ribera a mis risas y a mis amarguras.
Ellos aprietan entre sus manos mis cinco dedos, vacíos de abundancia y llenos de necesidad. Con mis amigos vienes Tú, convertido en vagabundo, en soñador, en hombre dolorido. Sus párpados palmotean sus triunfos y se cierran a mis pecados. Su voz arrulla mis lágrimas y conmina mis descuidos.
Sin ellos, Tú te vas como quien no ha venido, y el tiempo se queda sin agujas, y las madres sin corazón y las flores descoloridas. Gracias, Dios del beso y de la carta; del abrazo y de la presencia, del secreto y de la confianza, porque Tú eres así, tenemos agua para nuestra sed, pan para el hambre de todos, pies para nuestros deseos.
Gracias, Señor, porque creaste el aliento de nuestros amigos que da vida a nuestro barro de hombres sobre la tierra. Gracias, amigos y amigas míos, muy queridos, gracias por el don de su amistad. Los quiero mucho.