06/12/2025
04:22 AM

Pacto de unidad para gobernar

Juan Ramón Martínez

Después de las elecciones de noviembre de 2025, el problema será gobernar un país en ruinas, con una población desmotivada y una institucionalidad destrozada que habrá perdido el respeto de la ciudadanía. El partido ganador no tendrá mayoría en el Congreso y deberá contar con la oposición, con la que habrá que negociar, en un balance que pocos hondureños están acostumbrados a manejarse. Si gana el PN y pierden las elecciones el PLR y el PL, es inevitable la obligación de crear una alianza para gobernar. O de oposición para controlar al ganador, en caso de que este sea el PLR. Si el ganador es el PN o el PL, tendrán la obligación de forjar un pacto de unidad en el que establezcan los grandes objetivos de la reconstrucción nacional, las metas a lograr para calmar las ansiedades populares y los actos para neutralizar la manipulación e incluso la conspiración de una masa de seguidores “socialistas” que no encontrarán comodidad en la oposición democrática.

Para ayudar a entender las cosas, es útil el registro histórico. En 1969, El Salvador nos invadió y nos derrotó militarmente. El pueblo hondureño se unió, dando una muestra que pocas veces habíamos visto en la historia nacional. López Arellano y sus compañeros no habían desempeñado un buen papel, de modo que en las elecciones de 1971 el país corría el riesgo de debilitarse frente al enemigo, que todavía amenazaba las fronteras nacionales e inquietaba la vida de los pueblos fronterizos, algunos incluso en zonas en disputa, tomados por las fuerzas de la guerrilla que amenazaba al régimen salvadoreño. Y en el plano político, las FF AA no querían dejar de ser el eje del poder, y la única forma de preservarlo era con la continuidad de López Arellano al frente de las mismas. La alternativa, un “pacto político de unidad”, firmado en enero de 1971, y un agregado -el pactito-, una vez que Ricardo Zúñiga temió que ganaran los liberales, por ello creyó necesario definir prolijamente la forma como liberales y nacionalistas se repartirían los cargos públicos, fundamental para asegurar la continuidad de los partidos en el escenario electoral.

Ahora, el panorama se parece mucho al de 1971. La amenaza no es El Salvador, sino que Mel y la “nueva clase”, así como el peligroso deterioro de las Fuerzas Armadas, que sin ser el eje del poder se constituye en una entidad de fácil chantaje sobre los partidos para defender las posturas del PLR.

La metodología de entonces sigue siendo hoy útil. Los partidos irán a elecciones, en donde ninguno obtendrá mayoría absoluta. De forma que el pacto es inevitable. Un pacto entre el PLR y el PL es suicida e imposible por la irrupción de Nasralla y Cálix, que han desplazado a Flores, quien, al final, se contenta con los negocios del proceso electoral. En caso de que gane uno de los partidos históricos -formalmente democráticos-, el camino para frenar y neutralizar la feroz oposición de Mel y sus seguidores, que no dejarán gobernar a nadie, es la unidad de los dos partidos en un pacto que igual que en 1971 se distribuyan los cargos y las oportunidades del ejercicio del poder. Esta recomendación puede parecer cínica, en el buen sentido de la palabra, pero la verdad es que los partidos en Honduras son agencias de empleo y facilitadores de negocios de los empresarios que invierten en política, bien sean “honestos” inversores o delincuentes exportadores de drogas hacia Estados Unidos. Esta es la verdad.

Entonces, si de todas maneras lo harán, es mejor que se efectúe ordenadamente, de modo que podamos asegurar que el Gobierno esté en manos de los mejores y que opere con metas claras que permitan superar los daños que han inferido las dos últimas administraciones, extrayendo del cuerpo político el cáncer de la corrupción, que ahora tiene más “legitimidad” que cuando JOH ejerció el mando. De allí que la alternativa sea un pacto de unidad para gobernar.

Para ello he enviado el contenido del mismo a figuras relevantes del país. Y hablado con empresarios, obispos e incluso con los militares que sucederán a los “amigos” de Hernández y compañía, que tendrán que lavarle la cara a las FF AA. Espero reaccionen.

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