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No me felicites

  • 22 enero 2023 /

Hace un par de años, con motivo del Día de la Mujer, una buena amiga nos dijo a quienes compartíamos mensajes de felicitación en un grupo: “por favor, no me feliciten”. Por un momento pensé que se trataba de una broma, pero no lo era.

Muy seria, nos dio su explicación. Dedicar una fecha a la mujer no es una celebración cualquiera, ni un momento para destacar las cualidades femeninas -algunas en realidad son estereotipos- sino para honrar a las mujeres que lucharon por nuestros derechos políticos, económicos y sociales. Es una pausa en el día a día para promover la igualdad de esos derechos y para continuar con la sensibilización y la concienciación sobre este gran tema.

El Día de la Mujer Hondureña se conmemora el 25 de enero, porque en 1955 las mujeres del país lograron su derecho a votar. Es un reconocimiento a quienes lucharon ayer y a quienes lo siguen haciendo hoy, en diversas áreas de la vida.

No es un momento para festejar la dulzura, la belleza y la docilidad de las mujeres. Tampoco es un momento para felicitar por algo que nos ha sido dado, sino un momento para reflexionar seriamente sobre el país que estamos construyendo para todos.

En Honduras aún falta mucho por hacer. El 51% de la población de este país son mujeres, más de la mitad de ellas han sufrido violencia física en algún momento de su vida, de acuerdo con datos del estudio “Tolerancia social e institucional a la violencia contra las mujeres, adolescentes y niñas” presentado el año pasado por la Unión Europea (UE) y la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Probablemente pensemos que la violencia de género es solo uno de los aspectos que deben ser abordados para avanzar en el gran tema de la igualdad, y seguramente así es. Pero si no logramos avances en un derecho tan fundamental como el respeto a la vida y a la integridad de todas las personas, cualquier otro avance será insuficiente.

Por eso, hoy hago eco de aquella frase que escuché y digo: no me felicites, mejor abre tu mente y aprende a respetar a quienes piensan diferente. No trates de imponer tus parámetros de vida a otras y otros. Es válido guiar, orientar, pero no imponer.

No me felicites, mejor reflexiona sobre tus propios paradigmas traducidos en comentarios hirientes, en observaciones groseras, en miradas lascivas que ofenden; en bromas que perpetúan el prejuicio de inferioridad de la mujer con respecto al hombre.

La idea sobre la felicidad y la realización personal no es igual para todos y todas. Casadas, en unión libre o solteras; profesionales o no profesionales; con hijos propios, adoptados o sin hijos, cada una tiene la posibilidad de escribir en su propio libro de la vida. No me felicites, mejor actúa por contribuir a hacer de este país uno en el que todas y todos tengamos seguridad; en un lugar donde no se justifiquen los vejámenes, donde las oportunidades laborales sean incluyentes y la remuneración igualitaria.

Donde haya acceso a educación para las niñas y los niños, que dejemos de inculcar que la prioridad de unos es hacer dinero y de otras, encontrar pareja. Que todos sean capaces de elevar su mirada y pensarse a futuro, sin miedo, sin dudas.

Donde las mujeres tengamos participación en la mesa de toma de decisiones y nuestras opiniones sean tomadas en cuenta; donde nuestra apariencia deje de ser prioridad y de paso a las ideas. Cuando hayamos alcanzado juntos la igualdad de derechos, entonces habrá momento para festejar. Mientras tanto, por favor, no me felicites.

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