29/12/2025
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Morazán, prócer de la independencia

  • Actualizado: 17 septiembre 2024 /
Víctor Ramos

Hay muchos hondureños a quienes los he oído referirse a Morazán para sostener que no hay razón de que aparezca, con motivo de la celebración de las fiestas patrias, en la lista de los próceres de la independencia. Nada más falso, como voy a demostrarlo.

Cierto es: Morazán no estaba en la ciudad de Guatemala el 15 de septiembre de 1821 cuando se celebró la memorable sesión en donde se proclamó la independencia de la Capitanía General de Guatemala. El futuro héroe de la constitucionalidad de las Provincias Unidas del Centro de América vivía en la Villa de San Miguel de Heredia de Tegucigalpa, en donde residía la cabeza de una Alcaldía Mayor, cuyo alcalde era D. Tomás Midence y D. Dionisio de Herrera el secretario.

La reunión del 15 de septiembre en Ciudad de Guatemala ocurrió por presión de Agustín de Iturbide, quien había lanzado unos meses atrás el Plan de Iguala y se aprestaba a formalizar la independencia de México y a proclamar el imperio.

Iturbide intercambiaba correspondencia con el capitán general Gabino Gainza y con Mariano de Aycinena, miembro del clan Aycinena que contaba en su familia con un marqués.

Iturbide les conminaba a que reunieran a los funcionarios gubernamentales y decidieran la anexión a México porque -sostenía Iturbide- era la única forma de que el Istmo, unido a una gran nación, pudiera preservar su independencia y asegurar su desarrollo económico.

Aycinena era favorable a la anexión porque su familia conservaría su condición de noble y Gainza porque sabía que las ideas de la independencia se impondrían por lo que había pasado antes con la Revolución Francesa, con la independencia de Estados Unidos de Norte América y con los acontecimientos recientes cuyas noticias llegaban desde la América del Sur, en donde Bolívar lideraba la guerra de independencia, y desde México en donde los insurgentes también estaban a punto de liberar a ese país.

Había, además, un descontento en las provincias con Guatemala, pues la metrópoli dominaba, con la dirección de la familia Aycinena, el comercio con la Península y compraba a los productos a precios injustos. Tal situación de descontento hizo que, el 15 de septiembre, la Capitanía General estuviera desmembrada porque varias provincias, entre ellas Chiapas y Comayagua, habían proclamaron su anexión a México.

Para desgracia de los anexionistas Aycinena y Gainza y de sus compinches realistas -opuestos a los republicanos- no pudieron consumar la exigencia de Iturbide por la presión que ejerció el pueblo en la plaza, convocado con sones en marimba y quema de pólvora, cuando echaba vivas a la independencia.

No quedó más camino que proclamar una independencia mediatizada, sujeta a referéndum de un Congreso que debería instalarse meses después.

Las provincias fueron informadas al enviárseles copia del acta redactada por José Cecilio del Valle, quien no hizo nada más que reflejar lo ocurrido en la sesión.

Esos pliegos de la independencia llegaron a Comayagua y a Tegucigalpa el 28 de septiembre de 1821 y la recepción no fue igual en las dos poblaciones. En Comayagua aceptaron la independencia, pero como el gobernador Tinoco había anexado a la provincia a México, días antes, juró fidelidad a México y desconoció la autoridad de Gainza. En cambio, en Tegucigalpa, el pueblo se reunió lleno de alborozo en la plaza central para adherirse a la independencia. Entre los presentes estaban: Dionisio de Herrera, el joven Francisco Morazán, quien entonces ejercía sus labores en la escribanía de León Vásquez, Tomás Midence, José Antonio Márquez, Diego Vigil, Esteban Guardiola, Esteban Travieso, Manuel Ugarte, Remigio Díaz y la mayoría de los parroquianos quienes juraron la independencia, mandaron al repique de campanas e hicieron celebrar un Te Deum en la catedral.

Comayagua se sintió recelosa de la decisión tomada por Tegucigalpa y preparó tropas para someter a la alcaldía rebelde. La respuesta de los tegucigalpenses fue enlistarse en un ejército que llegó a alcanzar un número de 1,500 soldados voluntarios para la defensa de la independencia. José Francisco Morazán fue escogido por la tropa como teniente al mando de un batallón. Esa organización militar, el entusiasmo por la independencia y el fervor patriótico de quienes encabezaban los regimientos, entre ellos Morazán, hizo desistir a Tinoco de invadir Tegucigalpa.

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