Que la corrupción es el principal cáncer de las instituciones es cierto, pero este es alimentado por sistemas burocráticos sumamente complicados, por procesos tan engorrosos que muchas veces propician que ante el fastidio ciudadano la corrupción ofrezca soluciones fáciles y bien remuneradas para quienes las realizan. Pero esta corrupción es alimentada justamente por esta falta de renovación de las instituciones pues muchas carecen desde manuales de puestos debidamente calificados y con criterios técnicos que permitan los ascensos y remociones hasta la discrecionalidad de ciertos nombramientos al arbitrio de los jefes.
El tiempo de respuesta de ciertas instituciones ha sufrido un cambio importante en materia de derechos de propiedad, en materia de derechos de autor, pero lamentablemente la mayoría de instituciones funciona con esquemas de hace treinta o más años, sin que la modernización en pleno siglo 21 toque sus puertas. Todo esfuerzo por mejorar, por renovar y modernizar las instituciones será bienvenido, pero se tiene que tomar en cuenta más elementos. Uno fundamental es escuchar a la ciudadanía.
Sí, porque es la ciudadanía la que al final padece o disfruta de un buen servicio, se debe escuchar el sentir ciudadano sobre los cambios y renovaciones, impulsados desde el ámbito de la sociedad civil que ha hecho interesantes aportes hasta la consulta ciudadana directa para determinar el rumbo correcto que se debe dar a las instituciones. Construir consensos con la ciudadanía es clave para poder impulsar las transformaciones necesarias en las instituciones del Estado hondureño. Estos consensos son vitales para no dirigir las instituciones hacia metas que están totalmente desligadas de la realidad de la ciudadanía, que experimenta la precariedad de servicios tan elementales como la extensión de una constancia de antecedentes penales o el registro de traspaso de un vehículo.
Y cuando nos referimos a crear consensos hablamos también de prever los pasos adecuados para realizar los cambios necesarios, pues de lo contrario, cualquier transformación improvisada arrastrará daños para la población y para el Estado mismo. Debemos trabajar fuertemente en educar a la población sobre las formas ciudadanas de combatir la corrupción, pues muchas veces la conducta de los ciudadanos enredados en sistema de servicio arcaico siembra las semillas de la corrupción pública. La modernización del Estado debe volver a las políticas gubernamentales como parte de la agenda de cada Gobierno. Solo de esta manera se podrá fortalecer el Estado de derecho y la democracia.
Esa educación que debe comenzar ya es para convertir a los ciudadanos de meros observadores en protagonistas de los cambios requeridos en el aparato estatal hondureño para garantizar una plena participación de la ciudadanía en ese proceso.