El Apocalipsis bíblico tampoco fue escrito para darnos una visión detallada de los eventos postreros, sino que su interés es que el lector tome “hoy” las decisiones correctas que lo hagan estar preparado para el final de la historia.
En Apocalipsis 13, por ejemplo, se nos habla de dos bestias (¿imperios, Estados, organizaciones?), animales horripilantes cuya función es servir a los propósitos egocéntricos del dragón (Satanás). Una de las armas de control predilectas de estas bestias es el aspecto económico.
Nadie compra o vende si no se somete al sistema que ellas han impuesto (llevar su marca, el famoso 666). A su vez, el propósito de todo el dinero recaudado es sostener la vida de lujos de los que detentan el poder en ellas (ver 18:3, 7, 9-19).
¡Qué imagen más clara de la realidad nos ofrece este cuadro! ¿Cuántos políticos, empresarios, profesionales, líderes religiosos, empresas gubernamentales, industrias comerciales, organizaciones internacionales y potencias mundiales utilizan su posición o dominio para subyugar y aprovecharse de los que no tienen poder a fin de asegurarse una vida egoísta, llena de lujos y comodidades? ¿Cuántos, en palabras de Juan Stam, llevan la marca de la bestia sin siquiera percatarse de ello? ¿Cuántos, con sus acciones injustas, están abonando para que el reino del mal se consolide y avance en esta tierra?
Para esto se escribió el Apocalipsis, para hacernos reflexionar y, si así lo decidimos, cambiar. Queda en nosotros la respuesta.