En su documento original constaba de 30 artículos y establecía un plan de acción de alcance global para la libertad, la igualdad, la paz, la justicia, protegiendo los derechos de todas las personas en todos los confines del planeta.
74 años después, su correcta observación es deuda. En muchos países no se cumplen y en otros se han tergiversado los términos del beneficio colectivo por el del derecho personal. Lejos de elevar la calidad de la vida han llevado a una confrontación universal porque cada uno reclama su derecho de ser como se le antoje. Se acabó el sueño de esa relación humanitaria integrada.
El escenario actual del planeta está marcado por ignorancia, irrespeto, vulgaridad, confrontación por intolerancia de ideas, de culto, de raza, de nacionalidad, sospecha, envidia, avaricia, frivolidad, competencia, deshonestidad, corrupción, deslealtad, ira, odio, infidelidad, injusticia social, degradación moral, libertinaje sexual, adicciones a drogas y alcohol, trastornos de la personalidad, suicidios, homicidios por odio y similares, violencia de género y familiar, tráfico de personas, polarización extrema de la riqueza, conductas inapropiadas de líderes religiosos, decadencia cultural.
Los derechos humanos ahora parecen responder a exigencias de tipo social más que humanitarias. Contrario a su inicio ahora son vinculantes, se establecen luchas por modificar legislaciones, y eso trae desorden.
Ya no existe aquello que el “respeto al derecho ajeno es la paz”. Las personas reclaman y defienden sus derechos individuales así tengan repercusiones desagradables en otros. El yoísmo prima sobre la convivencia social.
La población de habitantes del planeta ha cambiado según la evolución, y hemos pasado de 200 millones en la era de Cristo, a 7,800 millones en el 2020, todos estos reclamando sus derechos por extraños que sean.
Demasiados humanos, demasiados derechos, demasiada confrontación. Todos ávidos de vivir sus vidas bajo sus propios criterios.
Necesitamos ponernos de acuerdo que existen límites. Que no todos nuestros deseos son permisibles.
Que la libertad que se proclamó con los Derechos Humanos Universales implica ante todo respeto por el otro, algo que no se da en el libertinaje en que vivimos actualmente. Son concepciones distintas.
Y esa es la diferencia que no podemos ni debemos olvidar en aras de la armonía y el buen vivir.