03/10/2023
03:59 PM

Las universidades

Juan Ramón Martínez

Estábamos engañados. Con información manipulada, las universidades hondureñas rescataban el honor nacional, espigando las primeras posiciones la Unah y la UPN. Ahora, en forma sorpresiva, conocemos la verdad. Entre las mejores universidades de Centroamérica –un mundo de siete países, 54 millones de habitantes y el 1% del territorio mundial, aunque ubicada en la zona de mayor diversidad del mundo— no está ninguna de las 19 hondureñas. La Unah, en la que invertimos el 6% del presupuesto nacional que creíamos que era una de las mejores, no aparece en la lista exclusiva. Y la UPN, con su silencio cómplice, ante el ingreso de cubanos, mejicanos y colombianos que dirigen la reforma educativa, desplazándole de su responsabilidad, confirma porque tampoco ocupa lugar alguno entre las mejores universidades.

Las causas son fáciles de explicar. Las universidades hondureñas han perdido su carácter de tales. Algunas parecen colegios nocturnos. Otras, comercializadoras de títulos, que siguen formando empleados públicos como antes de la Reforma Liberal de 1876. Por ello, nunca habíamos tenido tantos dudosas e inútiles doctorados que no sirven para nada. La investigación científica no se ve por ninguna parte. Las innovaciones son extranjeras y el registro de patentes, nulo. El parámetro para juzgar el éxito se queda en la lisonja, sin ninguna prueba que diferencie a los universitarios nacionales, de los que no lo son; y de los que se forman en el extranjero. Hace dos años, explicaba en SPS, que los empresarios exitosos eran formados en Estados Unidos y Europa. Varios jóvenes empresarios, levantaron su voz para demostrarme que estaba equivocado. Defendí mi tesis, con moderación porque era invitado suyo; pero ratifiqué mi postura, exigiendo pruebas que no hubo tiempo que me presentaran. Pero en la crisis económica y política actual, el escaso papel de los jóvenes universitarios en el manejo de un discurso orientador que salga de sus bocas, lo confirma. Pero con todo, lo más grave es que entonces y ahora se confirma: no hay diferencia, entre la universidad pública, manejada por burócratas profesionales, con las universidades privadas, dirigidas por empresarios privados. Lo que obliga a deslindarlas. Aceptando que tenemos un punto de partida: los burócratas crean funcionarios que no cumplen con su deber. Y lo peor, los empresarios privados también educan y forman burócratas en una flagrante contradicción.

Ante un panorama tan desalentador, necesitamos revisar el sistema universitario, valorando los resultados frente a la inversión general; y, de cara a las necesidades que tiene el país para impulsar su desarrollo, para generar el mayor bienestar de los hondureños. A renglón seguido, cuestionar el modelo operativo del sistema de universidades en que la ciega mayor – la Unah– dirige y ordena los pasos de las cieguitas privadas y públicas. Y desde los resultados más calificados de modo que abandonemos, la trampa de los porcentajes y los inventos novelísticos. Aceptando que las deficiencias del sistema educativo primario y secundario, la limitada productividad de los gerentes de empresas y el escaso compromiso de los burócratas con el desarrollo de operaciones favorables para la eficiencia y facilidad de los servicios públicos, son obligaciones de las universidades. Y sus resultados, los califican o descalifican, como en el caso que nos ocupa.

Por mientras, hay que exigirles a las universidades privadas, abandonar la falsa especulación comercial y asumir la tarea de producir para el país, los recursos humanos para el cambio, la transformación, la innovación y la eficiencia que se traduzcan en bienestar y fuerza nacional para competir en los mercados. Revisar la responsabilidad en el mundo maquilero y asumir que los “remesantes” no son universitarios, puede ayudar mucho para respondernos para qué diablos sirven las universidades actuales.