18/04/2024
05:58 PM

La semana entrante...

Roger Martínez

Como decía un santo español, al que he citado en otras ocasiones, el cuerpo y la mente son como una cuerda, que si se mantiene en permanente tensión termina por romperse. Y por eso es que semanas como la entrante se agradecen.

Si bien es cierto, el auténtico descanso no consiste en no hacer nada sino en cambiar de actividad, también lo es que ese cambio de actividad debe implicar un cierto abandono de la rutina, una búsqueda de novedades y un acercamiento a las personas que nos transmiten cariño, paz, serenidad, alegría. Siempre me han dado alguna lástima aquellos que se enorgullecen de no haber tomado vacaciones por meses o por años. La gente normal no puede mantenerse activa indefinidamente sin hacer parones, sin hacer pausas, sin abandonar la actividad frenética. A las personas normales nos pasa lo mismo que cualquier pieza de una maquinaria, que de rozar tanto contra otra sufre desgaste y acaba por estropearse.

Y, lo peor es que, cuando se llega a ese punto, no solo ellas terminan dañadas, sino todas aquellas que forman parte de su entorno. El cansancio, invariablemente, produce un pésimo humor, y ya sabemos todos lo que significa alternar con un hombre o una mujer malhumorados. Hasta los superhombres y las supermujeres necesitan detenerse, tomar aire, respirar profundo, buscar un equilibrio, para retomar su trabajo.

Ahora bien, esa semana completa, o esos tres o cuatro días de vacaciones de Semana Santa, deben emplearse sabiamente. Hay que saber seleccionar aquellas actividades que realmente nos permitan desconectarnos, huir de la rutina laboral, alejarnos hasta de los colegas, para así evitar que se continúe hablando de lo mismo y se corra el riesgo de permanecer en las preocupaciones que nos roban la paz el resto del año.

Tampoco creo que sea inteligente, pasarse todos los días de tragos y llegar al lunes de pascua con una resaca de campeonato. Aparte de que el alcohol no es siempre el mejor recurso para buscar una interacción amable y respetuosa con los demás. No vaya a ser que la Semana Santa se convierta en escenario de pleitos y desencuentros familiares, y que llegue a ser fuente de nuevas amarguras y pesares. Como en el resto de las acciones que tejen nuestra existencia, es indispensable planificar este descanso inteligentemente. Caben en él, sí, la playa, la montaña, el pueblo natal, los amigos y, con medida, alguna bebida espirituosa, pero deben, también, caber la lectura, la escucha de música de esa que alimenta el alma, una buena caminata, una o más conversaciones largas y distendidas con los miembros de la familia, y, por supuesto, debe servirnos para redescubrir ese componente espiritual y religioso que dio origen, y sigue dando razón de ser a la semana entrante.