La presidenta Xiomara Castro Sarmiento parece que entiende bien tanto el inglés de Estados Unidos de América como el chino de la República Popular China, especialmente en estos tiempos de décadas de la globalización, donde todos los países del mundo pareciera que hablan los mismos idiomas.
Estados unidos es el menos indicado para estar dando recomendaciones a las naciones latinoamericanas, pues esta potencia del norte ha mantenido y mantiene todo tipo de relaciones, en especial en el campo comercial, con ese país asiático.
El presidente estadounidense Joe Biden y su homólogo oriental Xi Jinping continúan respetando su acuerdo de relaciones diplomáticas desde ese 1 de enero del año 1979 y sus 44 años de estas continuas relaciones entre “gringos” y chinos hasta la actualidad del año 2023.
Estas dos potencias tienen sus acuerdos mutuos diplomáticos, pero especialmente en las relaciones comerciales, que las mantienen unidas obligatoriamente por sus intereses económicos, donde el intercambio de dólar y el yuan o renminbi interactúan debido a que se intercambian tanto en sus exportaciones como importaciones recíprocamente.
Los chinos y los estadounidenses se entienden porque hablan el mismo “idioma diplomático comercial”, y Biden y Jinping, aunque tengan diferencias ideológicas, saben que el beneficio económico entre ambos es lo que los mantiene unidos.
Pero en el caso de países centroamericanos como Honduras, sus autoridades gubernamentales saben que las buenas relaciones diplomáticas con Estados Unidos son necesarias, con solo el hecho de que las remesas familiares de millones de dólares anuales es el principal ingreso de divisas.
Y en el caso de China Popular se satisface de tenerlo como aliado diplomático, pero no tanto por intereses comerciales. El trasfondo es arrebatarle a Taiwán los 80 años de relaciones diplomáticas en un país llamado Honduras.