24/11/2025
12:47 PM

La inocuidad de los alimentos

Víctor Corcoba Herrero

Aquí nadie se libra de la batalla del buen hacer y mejor obrar de los productos alimenticios, tanto si cultivas, transportas, almacenas, distribuyes, vendes, sirves o incluso como mero consumidor; absolutamente todos tenemos un rol significativo que desempeñar, al menos para mantenerlos en buen estado. Ojalá fuésemos más responsables al respecto. Al fin y al cabo, las formas en las que los víveres se producen, almacenan, manipulan y consumen afectan a su inacción. Cumplir con las normativas internacionales, establecer regulaciones de control de productos que incluyan respuestas eficaces ante posibles emergencias, así como aplicar buenas prácticas terrestres, acuáticas, ganaderas y hortícolas, comenzando por facilitar el acceso al agua potable, es una responsabilidad compartida entre Gobiernos, productos y consumidores. Por otra parte, es importante asimismo elaborar modelos educativos y culturales que sensibilicen a la sociedad para que se respete y preserve la inocuidad de los pucheros o, si quieren, la inercia de un buen mantenerse.

Con una estimación cada vez más acusada de enfermedades transmitidas por comestibles nocivos, que afectan tanto a la salud humana como a las economías, debe hacernos repensar sobre acciones conjuntas y universales. Nuestro orbe es demasiado interdependiente y no podemos levantar muros o generar indiferencias. Desde luego, estamos llamados a pensar y movernos en términos de comunión y comunidad, a ser solidarios y tratar de dar preferencia a la vida de todos por encima de la apropiación de bienes por parte de algunos. La humanidad en su conjunto no debe cansarse de hablar claro y profundo, sabiendo que aquello que no es inocuo ni se come con los ojos. Realmente cuando se logra la inocuidad de los alimentos, estos satisfacen las mejores vibraciones y hasta alientan a que todas las gentes tengan una vida activa y saludable. Ojalá aprendamos a sembrar aquellos valores que nos nutran sensatamente, volcándose sobre todo en los análogos que más sufren, como los desfavorecidos y los sedientos, que no es solo una de las mayores tragedias, sino también una vergüenza.