Es justa la indignación que ha cosechado Karla Lara, al presentar en Casa Presidencial, una versión alterada, irrespetuosa e indigna del Himno Nacional por una artista profesional. Su explicación para justificar la modificación de la estructura musical de la obra de Carlos Hartling y plagiar la letra del himno escrito por Augusto C. Coello, no solo es insuficiente, sino que, además, entraña una suerte de xenofobia que, si fuera coherente con su discurso, no debía llevar las vestiduras que luce; ni hablar el bello español con el que nos comunicamos. Pretender justificar el irrespeto a todos con explicaciones ideológicas que bracean en las aguas de la amargura; y los complejos de inferioridad, es faltarnos el respeto a todos los hondureños. Y ni siquiera su autonombrada postura revolucionaria, que todos dudamos por supuesto, es aceptada; ni siquiera por sus correligionarios.
El profesor Portillo ha escrito que “es revolucionario y militante de Libre”, pero que no por ello justifica que se ofenda al Himno Nacional. Y que ser revolucionario no es un capricho personal, una adherencia a un partido político y ni siquiera un discurso repetido. Ser revolucionario es una visión del mundo. Y una práctica en que la austeridad y la humildad son formas de proximidad a los que más sufren sobre la tierra. Hasta donde conocemos, ninguna obra musical revolucionaria en el campo de la música, que le permita usar sin ofender a nadie, confirma que Karla Lara sea una revolucionaría de la música, solo para indicar una fase de la vida de la persona que, gratuitamente, nos ofende a todos.
Creía que no debía ocuparme del tema. Mis conocimientos musicales son menos que elementales. No canto, ni en el baño. Y solo lo hice cuando joven durante las parrandas en que la música ranchera aumentaba la fraternidad con mis amigos. Y como leí el escrito de Jubal Valerio en la que le llama la atención a Karla Lara sobre su irrespeto a los hondureños, creía que la mencionada rectificaría y nos pediría perdón a todos. Sin embargo, la irrespetuosa contestación a Jubal Valerio, un hombre educado que goza de la admiración de todos por su serena humildad y su compromiso con la música, me anima a referirse a los excesos musicales, para llamarlos de alguna manera, de Karla Lara. Y aunque tenía duda, la denuncia de Rosa María Muñoz ante el Ministerio Público en contra de Karla Lara, me disipa las reticencias. Y ahora asumo la ofensa de todos como propia y le solicito que rectifique. Y que no abra otro frente políticamente negativo para el régimen al que ella sirve, con justificadas y respetables razones.
No lo hará. Por ello, me permito señalarle que ha incurrido en el delito de plagio. Las obras y sus autores están protegidos por la ley. Los autores gozan de la protección del Estado nacional. De forma que, quien las altere o asuma como suyas siendo ajenas, obliga al sistema jurídico a castigar a los infractores. Además, el Himno Nacional es ley de la república, en la medida en que el gobierno de Honduras en 1915 lo estableció como canción colectiva, de obligada práctica en las ceremonias públicas, exigiendo que su ejecución o audición, sea acompañada respetuosamente por todas las personas. Saludar al Himno Nacional, incluso el plagiado por Karla Lara con gestos racistas, propios de las “Panteras Negras” de los Estados Unidos, es un flaco servicio que se le hace a un régimen que necesita, como nunca antes, recobrar el respeto y el cariño de la ciudadanía.
Por favor, ¡alguien debe poner en “juicio” a Karla Lara!
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