23/04/2024
02:36 AM

Intelectual garífuna

Juan Ramón Martínez

Desde el principio supe que la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Centroamérica debería ir más allá de lo folclórico, visual y ruidoso. Que debíamos hurgar el pasado para descubrir los errores cometidos y celebrar las decisiones singulares tomadas. Por ello, sin oponerme a que cada quien hiciera lo conveniente para celebrar o conmemorar el acontecimiento, debíamos – y lo hicimos muy bien– organizar a los maestros y a los jóvenes en el desarrollo de la memoria histórica, misma que permitiera rescatar del olvido a figuras que se ocuparon de la celebración del primer centenario, dándole continuidad a sus angustias, preocupaciones y deseos. Así nos hemos encontrado con Catarino Castro Serrano, que según Darío Euraque, es el primer intelectual garífuna; y su obra, “Honduras en la Primera Centuria”, en la que hace un repaso de la vida política, diplomática, militar y cultural de los primeros cien años de nuestra historia. Para inmediatamente, proceder a la reedición de obras como esta, también animando para que los jóvenes universitarios repiensen a Honduras como problema, y propongan lo que desean de la casa común de los próximos cien años. Dejando algunos hitos, que sobrevivan al tiempo, como lo hicieron en 1921, construyendo obras arquitectónicas – como el Obelisco – para dejar para el futuro, constancia de nosotros, la última generación del Bicentenario.

Uno de los historiadores de la Comisión del Bicentenario encontró la obra. Inmediatamente aprobamos su reedición que tendremos circulando antes que termine el año o a principios de 2022. La de Castro Serrano es de las primeras que pondremos en manos de los lectores.

Castro nació en Iriona en 1892. Fue hijo de Jacinto Cacho y Marta Lalín Serrano, hermana de la esposa de su marido. Hizo su educación primaria en Trujillo y aprovechando una beca estatal, pudo estudiar en Tegucigalpa, donde se graduó de perito mercantil. Gran lector, estudioso y amigo de las tertulias de su época. Fue profesor de idiomas – para los que tenía facilidad – en varios colegios capitalinos. Como correspondía a la época de los años veinte, fue un leal y apasionado unionista. Su generación, contrario a las nuestras, creía en la posibilidad de reconstruir la patria centroamericana. En las elecciones que llevaron a Mejía Colindres a la Presidencia, Castro alcanzó una curul en el Congreso, siendo el primer garífuna que lo lograra en la historia de esta comunidad que llegó al país en 1876, expulsada de la isla de San Vicente. En el Congreso tuvo una destacada participación, mejor que la que ahora, siete de los suyos han logrado estar en ese cuerpo del Estado. Aunado a lo anterior, Castro, un intelectual completo que cultivaba las ideas, tenía habilidades para escribir y publicar. En los archivos públicos quedan las evidencias de su talento. Pero no se quedó allí. Como diputado realizó importantes gestiones para que en Trujillo se fundara el Instituto Espíritu del Siglo, en donde se han forjado importantes generaciones.

Castro murió joven, a los 41 años, el 10 de enero de 1939 por un infarto que le cortó la vida. Este destacado hondureño que se merece el reconocimiento de todos, abrió el camino de las nuevas generaciones garífunas, entre las que destacan líderes magisteriales y autoridades municipales de la costa norte. Esperamos que al rescatarlo, la figura de Castro Serrano sirva de ejemplo para los hondureños que nos sucederán como faro orientador de la conducta de un hombre que se integró a la conciencia nacional; vivió a Honduras con intensidad más allá de los timbales y los lamentos, y que buscó dentro de sus posibilidades ennoblecer a su patria sin caer en la trampa de los reclamos sin obligaciones.

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