Este país va mal. Viene mal desde hace 200 años pero la caída se ha acelerado en las últimas décadas. Va en picada.
Y la culpa es de todos los que aquí vivimos. Somos una sociedad que ya no forma buenas personas. Cada vez somos peores. Hemos sido indiferentes del futuro. Hemos vivido al día. No hemos marcado ruta y mucho menos destino. Es como río revuelto. Cada quien lanza su red viendo que consigue.
Aquí nadie se salva de ser culpable. Si alguna fuerza misteriosa nos borrara del mapa geográfico, incluyendo todo lo que está dentro de las fronteras, no le haríamos falta a la humanidad. Estorbamos, damos pena, somos lastre y mal ejemplo para otros países y otras culturas.
La clase política completamente desligada del servicio público. Es una forma más de ganarse la vida, solo que al tener poder lo utilizan sin vergüenza y sin miramientos para sus ambiciones. El ejemplo más patético es el de aquel padre de la patria que dijo que las “leyes estaban para romperlas”.
Y ese mensaje se ha vuelto inspiración para las nuevas generaciones de politiqueros que hacen y deshacen a su antojo. Todos, de todos los partidos. Siguen sin ver el futuro sombrío que están creando. La confrontación es su estilo, la vulgaridad su tarjeta de presentación, sus intereses personales escudados en una filosofía política, la gran estafa.
Los dirigentes políticos se han desligado en su fin en buscar el bien del país. Unos que no tienen como librarse del mote de corruptos y años continuos de despotismo. Otros que tendrían por obligación ser la solución, enfrascados en luchas intestinas alimentados por el ego. Los de la oferta del romanticismo socialista, siendo burgueses de cuna, queriendo llevar al país a la pobreza estandarizada.
Y los novatos que no encuentran una filosofía de ser porque su líder nunca ha tenido un desempeño maduro, un propósito definido y cambia de opinión según el ánimo. Y el pueblo cansado de tanto engaño y promesas incumplidas se hundió en la desesperación. Arañando donde sea, rebuscándose a como dé lugar, sepultando sus conciencias porque es más fácil para dar rienda suelta al demonio interno sin remordimientos.
Un pueblo que cansado de tantos malos dirigentes, ya no les cree a ninguno, pero emite votos de castigo sin medir consecuencias. Y por ningún lado se vislumbra un líder que sea la solución a tanta penuria.La desesperanza campea y los buitres acechan. Nuestro futuro es desaparecer por indolentes.El último que quede que apague la luz.