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Ética en tiempos de narcisos

  • 30 mayo 2023 /

Cualquier persona con cultura media sabe que en la Grecia clásica el cultivo del cuerpo era más que importante; que los griegos fueron los inventores de los gimnasios, en donde se ejercitaban sin ropa, para poder observar sus avances musculares; de hecho, gymno significa: desnudo, y que, tanto los hombres como las mujeres tenían la aspiración común de llegar a poseer unas medidas determinadas que tenían, incluso, una expresión matemática. Los griegos, sin embargo, sobre todo a partir de Aristóteles, no solo dieron importancia al músculo anatómico, sino que pensaron que, así como se cultivaba el cuerpo, era indispensable ejercitar unos hábitos que permitieran la convivencia ciudadana civilizada y que proveyera serenidad, felicidad, a las personas. A esos hábitos los latinos los llamaron virtudes humanas, de vir, fuerza, y hoy también se denominan, con razón, hábitos éticos.

En resumen, además de llegar a tener unos pectorales y unos bíceps bien definidos, los griegos, con tantísima razón, pensaban que los ciudadanos debían construir un carácter, una personalidad, una manera de conducirse en el día a día, que manifestara una especie de musculatura interna, que le facilitara estabilidad en su proceder y que reflejara un control interno de sus emociones y pasiones, para evitar de esa manera las reacciones violentas, las conductas irrespetuosas, los vicios, los hábitos antiéticos, que salen a flote cuando no ha habido un adecuado entrenamiento de la conducta humana. Conocemos todos, además, el también griego mito de Narciso. Aquel joven que se enamoró de su propia imagen reflejada en el agua y al que los dioses condenaron, por su vanidad, a convertirse en la flor que aún conserva su nombre. Y, hemos oído hablar del complejo que se achaca a las personas que están demasiado pendientes de su imagen y que permanecen obsesionadas por cómo lucen ante los demás. De ahí que hoy abunden los spas, los gimnasios y las clínicas estéticas en las que nos prometen aumentar los disminuido o achicar lo demasiado notable. Claro que la actividad física es necesaria; que el cuidado de la salud obliga a mantenerse activo y que, de hecho, hay un conjunto de valores relacionados con la salud, entre los que se encuentran la alimentación balanceada y el ejercicio físico. De ahí que las visitas a los gimnasios es una cosa buena y cuidar de la apariencia también. Porque no estamos obligados a soportar el desaliño y la falta de higiene. Lo que sí es urgente entender que, así como se modela el cuerpo hay que modelar el alma, y que lo óptimo es poseer una imagen agradable, pero, más aún, una personalidad equilibrada en la que resulten notables hábitos éticos como el respeto, la responsabilidad, la cortesía o la humildad, para no alargarnos en la enumeración.