Se ha producido el tránsito del Dr. Enrique Aguilar Cerrato. Su nombre habrá de figurar en la conciencia de los hondureños, agradecidos por una figura que siempre mostró honestidad, honorabilidad, respeto al derecho de los demás y funcionario público sin tacha ni mancha, como dijo Rafael Heliodoro Valle cuando escribió un soneto a José Trinidad Cabañas.
Conocí al Dr. Aguilar Cerrato cuando impartía la cátedra de Otorrinolaringología en la Facultad de Ciencias Médicas en el Hospital General San Felipe, en la segunda planta de esta institución. No tuve la suerte de recibir su cátedra. Después, cuando Oswaldo López Arellano dio un golpe de Estado para impulsar un proceso reformista, el Dr. Enrique Aguilar Cerrato fue nombrado ministro de Salud y desde esa honrosa posición, con el respaldo de un grupo de médicos progresistas encabezados por el Dr. Carlos Godoy Arteaga, impulsó la implantación de un Proyecto de Extensión de la Cobertura en Salud, que tuvo importantes resultados para la atención sanitaria pública en el país y el programa fue elogiado por la OMS y los gobiernos de muchos países que vinieron expresamente a Honduras a ver lo que aquí pasaba para repetir el experimento en sus países. El Programa de Extensión de la Cobertura en los Servicios de Salud fue una respuesta fabulosa al reto que impulsó la OMS a los países para lograr la meta de “Salud para todos en el año 2000”. En ese tiempo, Honduras aún no contaba con los suficientes cuadros médicos de enfermería, de auxiliares de salud, para poder atender las exigencias por parte del pueblo en todo el territorio nacional, atención de salud que debería estar caracterizada por la prontitud, la eficacia, el espíritu de fraternidad y de espíritu galénico. Por eso, el experimento acudió a los líderes de los pueblos, municipios, aldeas y caseríos y se estructuró un sistema de atención por niveles: el primer nivel lo constituían las nuevos Centros de Salud Rural (Cesar), generalmente a cargo de una auxiliar de enfermería y con la colaboración de tres miembros comunitarios: el guardián de salud, la partera empírica adiestrada y el representante de salud. Algunos de ellos no sabían ni leer ni escribir, pero con la formación básica fueron verdaderos héroes en la lucha, sobre todo, de las enfermedades prevenibles, de esta suerte daban atención a los niños afectados por diarrea, a los enfermos de infecciones respiratorias virales, al saneamiento ambiental y el control de las zoonosis. Las parteras también recibieron adiestramiento y equipo y de esa manera se logró una atención materna y del parto con magníficos resultados. El representante era el encargado de dirigir a la comunidad que estaba atenta a las actividades y tomaba decisiones sobre las medidas necesarias para la conservación de la salud comunitaria.
Lo que no podía ser atendido en el Cesar era remitido a los Centros de Salud con Médico (Cesamo) con cobertura municipal, que estaba a cargo de uno o más médicos generales que atendían con verdadera dedicación a aquellos que llegaban en petición de atención en salud desde la cabecera municipal o desde los centros rurales.
El país fue dividido en regiones sanitarias y en cada sede se instaló un hospital regional dedicado a la atención con la colaboración de las especialidades básicas: medicina interna, cirugía, pediatría y ginecoobstetricia. En San Pedro Sula y en Tegucigalpa se situaron los grandes hospitales nacionales, encargados de atender las patologías de mayor envergadura y que requirieran tratamientos de alta especialidad.
Como docente de la Facultad de Ciencias Médicas, el Dr. Aguilar Paz fundó el Hospital Escuela Universitario para mejorar la enseñanza en la Facultad de Ciencias Médicas de la Unah, la universidad del pueblo. Este hospital vino a revolucionar la atención médica hospitalaria y ahí se inició la formación de las especialidades que requería el país para enfrentar los problemas. No sé por qué la Unah está en proceso de abandonar el Hospital Escuela y lo cede, sospechosamente, a las facultades de Medicina de las universidades privadas que antes de ser aprobadas sus carreras debieron tener construidos y en servicio sus propios hospitales. El rector, ahora, pretende un hospital en Ciudad Universitaria, echándose en sus espaldas la tarea de la construcción, del equipamiento y del sostenimiento que resultará sumamente oneroso para la Unah y afectará su presupuesto destinado a la enseñanza y al empuje de la investigación. El golpe de Estado en contra de López Arellano dirigido por Juan Alberto Melgar Castro echó por tierra el Programa de Extensión de la cobertura y volvió la atención en salud al caos del cual aún no se recupera porque la única salida es volver a la regionalización y la atención primaria de la demanda de servicios sanitarios.
Esa es la herencia que nos dejó Enrique Aguilar Cerrato, nuestra tarea es volver al sistema, ahora con personal profesionalizado.
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