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En lo pequeño...

  • 07 marzo 2023 /

La vida no suele presentarnos la posibilidad de acometer actos heroicos con frecuencia. Sí la tienen un cirujano, que salva de la muerte a más de un paciente en cada una de sus jornadas o un bombero que arriesga su vida cada vez que recibe un llamado para sofocar un incendio. Pero, los demás, los que llevamos una vida más menos anodina, llena de actividades de ordinaria administración, tenemos también la oportunidad de ser heroicos en lo pequeño, en lo apenas notable, en lo que muchas veces resulta imperceptible para los que conviven con nosotros.

Me refiero a aquellas acciones menudas que llenan nuestros días y que le ponen sabor a la existencia de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestros colegas, y, por natural efecto, a la nuestra. Me refiero a llevar el plato sucio a la cocina, una vez hemos comido; a sacar la basura sin que nos lo pidan o recuerden el día en el que pasa el tren de aseo; a pasar un trapo por el mueble que ha cogido polvo; a felicitar el día del cumpleaños; a acompañar a un amigo en el velatorio de un ser querido; a adelantarse a abrir una puerta; a saludar a los colegas cuando llegamos a la oficina.

Toda esa enumeración suele pasar inadvertida, pero se echa de menos cuando no se da. Resulta molesto que alguien, con frecuencia, espere que otra persona recoja su desorden; que un miembro de la familia actúe con complejo de visitante o de huésped y no participe del rutinario trabajo de la casa; que pasen a nuestro lado sin siquiera esbozar una sonrisa, o que esperen cortesía de los demás, pero no la ofrezcan nunca.

Hay tantas frases breves, y que exigen tan poco esfuerzo pronunciar, que deberían matizar nuestras mañanas tardes y noches. Cómo preguntarle al cónyuge si descansó bien, si durmió como Dios manda; interesarse en la salud del familiar de un amigo que hemos sabido que está enfermo; pasar en medio de un par o un grupo de personas y pedir permiso; decir adiós, hasta luego o “que le vaya bien” a quien nos encontramos en el camino; o desear salud al que estornuda. Y cuesta tan poco...

La humanidad da visos de esperanza cuando vamos en tránsito y otro conductor nos cede el paso, cuando alguien mantiene abierta la puesta del ascensor para que podamos entrar en él, cuando una persona recoge la basura que otra ha tirado, cuando se nos mira a los ojos mientras se nos habla.

Ahí, en lo pequeño, en lo aparentemente intrascendente, se disfruta de trozos de felicidad completamente al alcance de la mano.