“Si no esperas lo inesperado no lo reconocerás cuando llegue”: Heráclito.
La vida es un viaje de no retorno; el destino lleva a muchos a cargar pesos en el recorrido, pero es el tiempo de viajar lo más ligero que se pueda, sin envidias, ni rencores, pereza o procrastinando las circunstancias.
Son los ciclos de vida y las reflexiones con las que pueden ayudar a comprender y redefinir lo que es esencial. Tener la disciplina de poder moldear las elecciones para poder cumplir la visión de lo que se quiere llegar a ser; estar aquí y ahora debe llevar a valorar este presente y no solo anhelar el futuro o vivir del pasado; cada desafío, obstáculo, fracaso es una oportunidad de crecer y aprender las mejores lecciones de vida. Cultivar las relaciones significativas son vínculos que enriquecen la experiencia, es el momento de disfrutar el viaje; las maneras del destino de llevarnos a donde necesitamos llegar, son muy diferentes de lo que esperamos.
“El hombre planea su futuro, pero Dios le marca el rumbo”. Proverbios 16:9 TLA.
Toda visión tiene un tiempo señalado, la vida es un viaje lleno de oportunidades de crecer, aprender y experimentar la plenitud; es el tiempo de cultivar relaciones significativas con propósito y hacer la diferencia en este mundo para dejar un legado generacional. José fue parte de la cuarta generación de Abraham, y él fue levantado para preservar la vida; él desarrollo un viaje inusual; el evidenció su propósito, en el trayecto de su camino hasta que culminó diciendo “Dios lo encamino para bien”.
El pasó el desprecio y rechazo de sus propios hermanos, fue puesto en la cárcel injustamente. El viaje de fe que se pasa en esta vida; trasciende la muerte, pero el cumplimiento del propósito es real, sea que alguien le agradezca o ignore; la historia siempre solo recuerda los que forjaron sus sendas con lealtad, honor y sacrificio.