Como bien dijera un autor, de vez en cuando una historia se escapa por la puerta trasera de Hollywood, que nos impacta más que cientos de horas de escuela o decenas de sermones. Este es el caso de la película “Cielo de octubre”. Ambientada en la parte final de los años 50, narra la historia real de Homero Hickam, un joven que lucha por eludir el destino casi obligatorio de todos los hombres de su pueblo: trabajar en la mina de carbón, la fuente más grande de empleo y la máxima aspiración de los lugareños.
Juan Hickam es el superintendente de la mina. Él ama su trabajo y espera que sus hijos, incluido Homero, lleguen a trabajar en la mina también. Sin embargo, todo cambia una noche de octubre cuando los habitantes del pueblo salen a observar cómo el satélite soviético Sputnik conquistaba el cielo estrellado. Ese evento enciende una chispa en el corazón de Homero, quien desde ese momento se propone construir sus propios cohetes y, de esa manera, aspirar a algo más que laborar en la mina. Él, junto con tres amigos y el apoyo de su maestra de ciencias, logra ganar, con su proyecto de cohetes, una feria científica local y una nacional. Sin embargo, su padre, en todo el proceso, en lugar de apoyarlo, se le opone, ya que no entiende cómo su hijo no desee trabajar en la mina, así como él.
Cuando por fin el padre decide respaldar a su hijo, Juan le recuerda un incidente que había sucedido en la feria nacional.
Homero había saludado sin saber a la persona que había sido su inspiración, el científico Wernher von Braun. Juan le dice: “Supe que te encontraste con tu gran héroe... y ni siquiera te diste cuenta”. A lo que Homero responde: “El Dr. Von Braun puede ser un gran científico, pero él no es mi héroe”.
Fue en ese momento que Juan se dio cuenta que el verdadero héroe era él, a pesar de todo. Tim Kimmel indica que esto es un misterio, pero es la realidad: Les importamos más a nuestros hijos de lo que nosotros nos damos cuenta. No desperdiciemos, pues, la influencia que naturalmente tenemos en ellos. ¡Feliz Día del Padre!