Como declaraciones generales de sabiduría y patrones para vivir, los proverbios bíblicos predicen los resultados esperados basados en las decisiones sabias o irreflexivas que tomemos. Un tema importante que es repetido en la Biblia es la generosidad. Un ejemplo lo hallamos, justamente, en el libro de Proverbios.
Tres de sus versículos dicen así: “quienes son generosos, reciben en abundancia; quienes ni sus deudas pagan, acaban en la miseria”; “El que es generoso, progresa; el que siembra, también cosecha”; “al que esconde el trigo (nosotros diríamos el café) para venderlo más caro, la gente lo maldice; al que lo vende a buen precio, la gente lo bendice” (vv. 11:24-26, TLA). La conclusión es clara: es de sabios poner en práctica la generosidad.
Por su parte, el apóstol Pablo particularizó el principio de sembrar y cosechar con estas palabras: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará” (2 Corintios 9:6). Por el contrario, el acaparamiento nos perjudica tanto a nosotros mismos como a los demás. Es en la distribución, o al compartir lo que Dios nos ha provisto, que se encuentra la verdadera bendición para todos los involucrados.
Pero mucho más que cualquier sentido de carga que esto pueda ocasionar, es también sabio entender que Dios quiere que la generosidad salga del corazón: “Cada uno debe dar lo que en su corazón ha decidido dar y no lo haga con tristeza ni por obligación. Dios ama a los que dan con alegría” (2 Corintios 9:7, PDT).
En esta primera semana del año nuevo, recordemos que Dios nos impulsa a vivir con una nueva identidad y propósito; identidad y propósito que, definitivamente, incluyen la generosidad. ¿Qué les parece si nos volvemos generosos, entonces? Practicando la generosidad de una manera que va más allá, incluso, de lo material: “Pero Pedro le dijo: ‘Yo no tengo plata ni oro para ti, pero te daré lo que tengo...’” (Hechos 3:6, NTV).