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El miedo a la libertad

  • 19 marzo 2023 /

A veces somos como esas pequeñas islas señoreadas desde siempre por grandes imperios como el francés o el británico. No nos importa mucho obedecer sin titubear a nuestro “amo”, siempre y cuando él se haga cargo de tomar las decisiones importantes, de enfrentar las cosas que preferimos evitar, de dar la cara ante los problemas, en fin... de que se haga cargo de nosotros.

Cuando hemos tomado ese cómodo camino vamos por la vida de manera automática, sin hacer mucho análisis al respecto, evitando cualquier pensamiento que nos venga a “complicar” las cosas, sin encontrar (o buscar) mucho sentido a todo esto, y el asunto puede continuar por muchísimos años. Seguramente, alguna vez voltearemos y nos daremos cuenta de que no hemos vivido, que nos hemos limitado a respirar y nada más.

Después de ese pequeño reflejo, de esa chispita de conciencia, puede que despertemos y decidamos cambiar el rumbo, o puede que decidamos hacer caso omiso al asunto y seguir igual.

Este “amo” puede estar disfrazado de distintas maneras: una pareja posesiva, un jefe abusivo, un padre chantajista, un ministro bribón, un amigo, hermano o hijo oportunista, en fin. Cada uno sabe exactamente a quién ha nombrado como su “legítimo dueño”.

Y luego nosotros vamos disfrazados como el esposo (a) ideal, como el empleado destacado, el hijo ejemplar, el feligrés devoto y obediente, el amigo incondicional, el hermano siempre dispuesto, el padre abnegado.

Todos estos personajes inventados por uno mismo, desde luego que tienen la aprobación e incluso la admiración de los demás, que ya es un plus en nuestra majestuosa representación. En realidad, lo que se encuentra detrás de aquella máscara es nuestro miedo: el miedo a la soledad, a la pobreza, al rechazo, a la vergüenza, al juicio de los otros, al castigo, al desamparo, al abandono... al desamor. El miedo a la libertad nos asegura Erich Fromm. Y es que la libertad, ese valor tan arraigado en la naturaleza humana, la causa de tantas rebeliones históricas y personales conlleva también una gran responsabilidad.

Y, sin embargo, hay personas que luchan contra su miedo, y al igual que esos territorios que mencionamos al principio logran su independencia.

Algunos no han trabajado mucho en sus talentos naturales (se han olvidado de sí mismos), así que al hallarse sin la “ayuda” del Imperio se la pasan muy mal, como varias islas en nuestro caribe son un vivo ejemplo.

Por otro lado, nos encontramos con personas que son como Singapur, que a pesar de las adversidades han confiado e invertido en sí mismas y en las herramientas necesarias para la faena y que, por lo tanto, al emanciparse lograron mucho más éxito del que pudieron obtener mientras estaban bajo el yugo de su colonización.

Y lo más importante de todo, lograron la satisfacción de decidir, para bien o para mal, pero decidir sobre su vida... y sobre sí mismos.