29/03/2024
12:05 AM

El conejo malo

Renán Martínez

Miles de fanáticos del trap y el reguetón vieron en el estadio Olímpico de San Pedro Sula volar al conejo malo al pie de una ficticia palmera, mientras cantaba con su voz grave y rasposa sus controversiales canciones. En su islita voladora, el cantante puertorriqueño parecía aislado de la gente sensata que repudia su música, pero conectado emocionalmente con la delirante multitud que lo aclamaba desde abajo. Aunque Benito Antonio Martínez, tal es el nombre del artista, es criticado severamente por lo grosero de sus canciones que en algunos casos exhiben a las mujeres como una cosa sexualizada, es considerado uno de los cantantes mejor cotizados de la mal llamada música urbana que seduce especialmente a los millennials. Sus composiciones son completamente distintas a la de los baladistas que no necesitan recurrir al morbo para hablar de sexualidad. Como ejemplo presento al cantautor salvadoreño Álvaro Torres que, en su canción De punta a punta, describe una relación sexual mediante un lenguaje metafórico. Benito Martínez, quien, siendo niño, cantaba en el coro de una iglesia, pudo ser cantautor de música gregoriana moderna, de no haber sido porque en su casa todo el día escuchaba reguetón. Tuvo suerte de no escoger el primer camino, pues no dispondría ahora de tantas ostentaciones, como la de viajar en avión privado a sus conciertos.

Para mostrarme que no todas las canciones del conejo son pervertidas, una admiradora del boricua me hizo escuchar una de sus composiciones en la cual se personifica como un enamorado que va a la playa a recoger caracoles para una chica de “ojitos lindos”. Lo que es imposible escuchar en su tosca rima es la poesía musicalizada de artistas como José Luis Perales. El premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, decía que Perales puede resumir en una melodía de tres minutos, la historia de amor que él tardaría meses en escribir para una novela. Todavía hay jóvenes que se embelesan con estos poemas cantados, pero la mayoría son seducidos por cantantes de última generación. Recuerdo que durante uno de los momentos de relax en la Redacción de La Prensa apareció, en uno de los monitores, José Luis Perales cantando “¿Y cómo es él?”. Tras que lo vio, una jovencita practicante de periodismo exclamó alborozada: “¡Hey, miren a ese viejito cantando la canción de Marc Anthony!”. Algunos sonreímos, pero nadie le aclaró que Perales es el autor de la melodía.

Cada quien tiene sus preferencias y debemos respetarlas. Mi padre solía decir que “si gustos no hubiera, la jerga no se vendiera”. Mientras mi profesor de música en la desaparecida Escuela Normal de Varones en Tegucigalpa, Héctor Gálvez, nos decía: “No hay mala música, lo que hay son malos gustos”.