25/04/2024
02:29 AM

El celular es un intruso

Mimí Nasthas de Panayotti

Acabo de leer en internet que a la entrada de algunos restaurantes europeos les decomisan a los clientes sus teléfonos celulares. Según la nota, se trata de una corriente de personas que busca recobrar el placer de comer, beber y conversar sin que los “ringtones” interrumpan ni los comensales den vueltas como gatos entre las mesas mientras hablan a gritos.

La noticia me produjo envidia de la buena. Personalmente, ya no recuerdo lo que es sostener una conversación de corrido, larga y profunda, bebiendo café o chocolate, sin que mi interlocutor me deje con la palabra en la boca porque suena su celular.

En ocasiones es peor. Hace poco estaba en una reunión de trabajo que simplemente se disolvió porque tres de las cinco personas que estábamos en la mesa empezaron a atender sus llamadas urgentes por celular. Era un caos indescriptible de conversaciones al mismo tiempo. Gracias al celular, la conversación se está convirtiendo en un esbozo telegráfico que no llega a ningún lado.

El teléfono se ha convertido en un verdadero intruso. No niego las virtudes de la comunicación por celular. La velocidad, el don de la ubicuidad que produce y, por supuesto, la integración que ha propiciado para muchos sectores antes al margen de la telefonía.

Pero me preocupa que mientras más nos comunicamos en la distancia, menos nos hablamos cuando estamos cerca, dice Pedro Pisani.

Alguien me decía que antes, en las mañanas al levantarse, su primer instinto era tomarse un buen café. Ahora su primer acto cotidiano es tomar su aparato y responder al instante todos sus mensajes.

Es la tiranía de lo instantáneo, de lo simultáneo, de lo disperso, de la sobredosis de información y de la conexión con un mundo virtual que terminará acabando con el otrora delicioso placer de conversar con el otro, frente a frente.