Amontonaban argumento sobre argumento para tratar de abrumar a sus opositores. Estos se defendían con la misma táctica, basada en premisas demasiado fútiles, así aquellas discusiones se volvían largas, tediosas y del todo inútiles. La historia cuenta que fueron pasados a cuchillo y el término “discusión bizantina” paso a ser aplicado a todo aquel debate sobre temas sin importancia. Un amigo me habló por teléfono pidiendo un consejo. En su casa “quedaron prisioneros en esta cuarentena” su padre, su madre y los tres hermanos. Todo iba bien, me explicaba, hasta que les dio por discutir sobre fútbol y política. Se desató un infierno, me contó. Mi hermano mayor es muy radical y acaba levantando la voz para imponerse, siempre terminan disgustados. Y creo que se prolongará esta situación por este terrible coronavirus.
Le expliqué que los psicólogos que han estudiado la conducta humana nos dicen que cuando uno se enfrasca en una discusión, su estado de ánimo se va alterando de forma que se desarrolla una animosidad temporal. Esto es lo que nos hace exasperarnos y utilizar argumentos hirientes y hasta hablar a gritos, sin escuchar.
LO NEGATIVO: Convertir en hábito el discutir, hiriendo así hasta a quienes amamos.
LO POSITIVO: La única forma de ganar una discusión es evitarla.