Diciembre, el mes “alegre”, es también el mes del derroche de todo tipo: consumo excesivo de bebidas alcohólicas y comilonas sin medida. Según los datos disponibles, el consumo de bebidas alcohólicas se aproxima a millones de litros y, de igual forma, el de todo tipo de alimentos se calcula en toneladas.
Resulta impresionante cómo la sociedad de consumo, en los últimos ocho días del año, triplica su gasto, especialmente en bebidas alcohólicas. Se estima un promedio de 80 millones de cervezas, además de otros tipos de bebidas embriagantes, desde finos licores hasta el popular “guaro”, en una población de 10.8 millones de habitantes.
También se triplican las cantidades de consumo, medidas en toneladas, de carnes, especialmente de pollo y cerdo. Las manzanas, uvas y peras se vuelven de consumo popular, incluso en los hogares más pobres, desplazando a los tradicionales guineos y naranjas. La principal consecuencia: la mayoría de las personas aumentan de peso.
Los tradicionales estrenos de ropa y calzado se convierten en un soberbio y arrogante desfile de modas, desde el más pudiente económicamente hasta el más acabado. A ello se suma la lamentable tradición “pirómana” hondureña de la quema de pólvora, que no solo implica millones de lempiras literalmente “quemados”, sino también graves daños al medio ambiente y trágicos accidentes, especialmente en niños y niñas, con quemaduras, dedos y manos amputadas, e incluso pérdidas de vidas humanas.
Diciembre es, además, el mes de mayor circulante de dinero —y por eso es “fantástico”—. Las ofertas y promociones de todo tipo de productos llenan los hogares, mientras los medios de comunicación te llenan la cabeza de “campanitas” navideñas con todo tipo de música y colores. Y, mientras tanto, San Nicolás “publicista” se ríe de los nietecitos y nietecitas en un país llamado Honduras.