06/03/2025
08:34 PM

Desde dentro

Roger Martínez

No quiero ser aguafiestas, pero, en este punto del año todos buscamos, de alguna manera, hacer una especie de “reseteo” vital que nos lleve por mejores derroteros. Como el calendario está virgen y se extienden ante nosotros más de 300 días por experimentar, se nos ocurre que tendremos tiempo suficiente para cumplir nuestros propósitos, por ambiciosos que sean, y que nos moveremos en un entorno propicio para alcanzarlos.

Pero, resulta que la cosa no es exactamente así. Los calendarios y los relojes tienen una razón de ser, y nos ayudan a organizar nuestras semanas, días y horas, pero, aunque estamos estrenando año, no quiere decir que tienen un efecto mágico en nosotros y en lo que nos rodea. La persona que amaneció tarde el primero de enero fue la misma que se fue a la cama esa misma madrugada, o vio salir el nuevo sol, y la esposa, los hijos, los amigos y los colegas con los que interactuamos habitualmente tampoco han sufrido una misteriosa metamorfosis con el cambio de año.

Yo soy amigo de los calendarios y de los relojes. Cada primero de enero sustituyo cada uno de los que tengo estratégicamente ubicados en mi casa: en el estudio, en la cocina y en mi cuarto. Relojes hay también tres en distintos sitios. Y sé que las horas y los días se repiten y que la novedad o los cambios que vayan a darse en mi vida no dependen del transcurrir del tiempo sino de mí mismo.

Ese feliz y próspero año nuevo no va a caer del cielo, aunque, no me cabe duda, Dios tendrá mucho que ver con lo que suceda en él. Pero, tampoco me cabe duda, que el protagonista y motor de cualquier cambio soy yo mismo.

Todos lo sabemos, la gente que se mueve a nuestro alrededor no va a cambiar su manera de ser ni sus posturas según nuestro arbitrio; el contexto lo diseñamos nosotros mismos, y si hemos decidido esperar que los demás se transformen para nuestro bien, busquemos donde sentarnos porque seguramente nos cansaremos de esperar.

El feliz y próspero año depende de cada uno, de cada una. Los cambios se proyectan y empujan desde dentro, desde el fondo de nosotros mismos. De ahí que los propósitos deban ser bien concretos, bien medibles, con plazos bien definidos y que su consecución dependa de nosotros y no de los demás.

Que enero de 2026 no nos genere la goma moral de mirar hacia atrás para caer en cuenta que no hicimos lo suficiente para ser mejores y para hacer felices a los demás en este 2025.