Entramos a la semana de finales de octubre y ya se siente el espíritu festivo, sobre todo en países como México o Estados Unidos, donde la gente se prepara con tiempo y esmero para recibir este peculiar día del año: Halloween. Y en el primero, la fiesta se prolonga porque luego llega el Día de Todos los Santos y después, el Día de Muertos.
Halloween significa “víspera de todos lo santos” y es una tradición que se remonta a muchos siglos en Europa.
En esas festividades en las que se celebraba el fin de la temporada de cosecha y el comienzo del año nuevo celta, la gente tenía la creencia de que por esas fechas (alrededor del 31 de octubre) los muertos obtenían permiso para cruzar al mundo de los vivos.
Para “espantarlos”, las personas encendían grandes hogueras y se disfrazaban como fantasmas para confundirlos, la tradición fue traída a América por los mismos irlandeses y sobrevive hasta nuestros días.
Tanto es así que muchos vecindarios en el norte rebosan de decoraciones tenebrosas, algunas son verdaderamente espeluznantes e incluyen brujas y calaveras no solo flotantes, pero también parlantes o con sonidos siniestros.
Incluso llegan a reportarse desagradables incidentes al respecto porque resulta que algunos vecinos le ponen tanto empeño al asunto que terminan asustando al vecindario entero, como es el caso de una mujer del sur de Estados Unidos, que tenía tantos fuegos artificiales simulando fuego (dentro de la casa) que terminó atrayendo sin querer a los bomberos.
Igualmente, es muy normal encontrarse con gente y hasta autos disfrazados en todos lados. Las fiestas al respecto no se hacen esperar y los cines se preparan para presentar las películas más terroríficas. Todo acorde al momento.
Y refiriéndonos precisamente a estos momentos recordamos que por estas fechas se conmemora la muerte del famosísimo músico polaco Frederic Chopin, quien por cierto tenía un miedo extremo a ser enterrado vivo, algo que por aquellos tiempos era bastante común (horrorosa e infortunadamente), tanto que llegó a ser una costumbre meter en el ataúd del presunto difunto una campana (por si eran peras o manzanas). De allí la popular frase “salvado por la campana”.
Pero volviendo a nuestro amigo artista, era tanta esa obsesión que cuando se supo cerca de su final (con tan solo 39 años) dio órdenes expresas de que se le arrancara el corazón a su cadáver, solo para asegurarse. Y así fue.
Y si usted quisiera ver el corazón de Chopin preservado en coñac, solo debe trasladarse a la iglesia de la Santa Cruz en Varsovia, donde es exhibido desde 1849. Y bueno, al menos a él sí se le cumplió su deseo, no como a Eva Perón, quien pidió ser enterrada inmediatamente después de su deceso y que, muy al contrario de eso, esto tardará veinte años en ocurrir luego de que su cuerpo embalsamado (algo que ella no pidió) pasara de mano en mano y anduviera de aquí a allá expuesto, secuestrado, otra vez robado y exhibido.
Historias muy propias para estas temporadas, y regresando nuevamente a Chopin, otro dato curioso e irónico con respecto a su muerte es que su famosa Marcha Fúnebre, se tocara, precisamente, en su funeral.
las columnas de LP