04/11/2024
06:44 PM

Cuba: 'Despierto el caimán”

Jorge Ramos Ávalos

El periodista independiente Abraham Jiménez estaba en la azotea de su casa en La Habana tratando de conectarse para la entrevista con una videollamada en su celular. La señal del teléfono es mejor allá arriba que encerrado en su cuarto.

Era lunes y la dictadura cubana estaba cortando intermitentemente la señal del internet en la isla para que no saliera más información y videos sobre las masivas protestas del día anterior. Fueron las más grandes desde el llamado “Maleconazo” en 1994, pero esta vez había algo distinto: los jóvenes y los manifestantes saben cómo burlar la censura del Gobierno a través de las nuevas tecnologías y las redes sociales. ​

Abraham no me quiso explicar cómo se conectó conmigo en Miami. “No puedo desclasificar mi estrategia porque si la digo, la pierdo”, me dijo. Pero sí me describió lo que ocurrió el domingo 11 de julio en más de 50 lugares de la isla. “Estalló el hartazgo. El pueblo se cansó y salió a las calles… Es un país desabastecido de comida, de medicamentos.

El sistema sanitario colapsó con la pandemia. Esto más un aumento desmedido de la represión a los disidentes y a la sociedad civil ha hecho que el país estalle… Son imágenes que hablan de la molestia y la indignación de un pueblo que ha estado seis décadas sufriendo y aguantando este régimen. Y ha dicho basta”. ​Los cubanos han perdido hasta el miedo. ​Nos equivocamos si creemos que el problema en Cuba es solo por falta de vacunas o de alimentos. El problema central es la falta de libertad. Los videos que han inundado las redes sociales y retransmitidos por medios como The New York Times y El País de España muestran a gente que grita en las calles “Abajo la dictadura”.

​Y lo es. Cuba es una dictadura desde 1959. Primero controlada por Fidel y Raúl Castro, y a partir de abril de este año por Miguel Díaz-Canel, como primer secretario del Partido Comunista de Cuba. Tiene el título de “presidente” desde 2019, pero en realidad es un dictador/burócrata nombrado por dedazo por Raúl Castro en un país donde existe un solo partido político, donde hay prisioneros de conciencia, donde reina una férrea censura de prensa y donde no se tolera ningún tipo de disidencia.

​Cuba es la dictadura más vieja de nuestro continente y es triste escuchar a latinoamericanos que piden democracia para sus países, pero no para los cubanos. Cuba no es ningún punto de referencia. Como política de Estado ninguna democracia debe aspirar a ser como Cuba.
​Estas protestas libertadoras en Cuba no salieron de la nada. El valiente Movimiento San Isidro las precedió y hasta tiene una canción -Patria y Vida- que ha sido prohibida en las estaciones de radio oficiales. Ya no importa. Se ha viralizado al igual que los mensajes el primer domingo de las protestas.

El nuevo gobierno de Joe Biden en Estados Unidos, que ha mantenido un embargo comercial de décadas en contra de la isla, no tiene como objetivo un acercamiento cultural y diplomático con Cuba como ocurrió durante la presidencia de Barack Obama. “El momento político que existió bajo Obama es uno que en este momento no existe”, me dijo en una entrevista en febrero Juan González, el encargado del hemisferio occidental en el Consejo Nacional de Seguridad Nacional. “El presidente (Biden) ha dejado muy claro que los derechos humanos serán centrales en cualquier conversación, no importa el país”. Y en Cuba todos los días se violan los derechos humanos.

Tras vivir tres décadas en Miami, muchas veces me ha tocado experimentar la euforia de ver protestas y posibles cambios en Cuba seguidas por la desilusión y la tristeza de una brutal represión. Después de la caída del muro de Berlín en 1989 crecieron enormemente las expectativas de un cambio de régimen en Cuba. Los vientos de democracia recorrían el mundo.

Y en 1991, durante la primera Cumbre Iberoamericana en Guadalajara, le pregunté al dictador Fidel Castro si era el momento para pedir un plebiscito democrático en Cuba. “Respeto la opinión de esos señores”, me dijo en ese momento quien ya llevaba 32 años en el poder. “Pero realmente no tienen ningún derecho a reclamarle ningún plebiscito a Cuba”. ​La Unión Soviética desapareció poco después de esa entrevista y varios países europeos se liberaron, pero Cuba no. Fidel muere en 2016 y fue reemplazado por su hermano Raúl. La ingenua idea de que no habría castrismo sin Fidel fue rápidamente desechada y la isla siguió regurgitando los letales estertores de la tiranía. ​Saltemos al 2021 sin Fidel y con internet.

​Si creemos que la historia se repite, se pierde la esperanza. Y esta vez hay algo nuevo en Cuba que no existió durante otros movimientos de cambio: internet. Sé que la llamada “primavera árabe”, empujada con celulares y redes sociales, no culminó con la democratización de los países donde se llevó a cabo, pero en Cuba se han abierto espacios que ya no puede controlar el Estado y que se están llenando de voces rebeldes.

¿Cómo se hace periodismo independiente en Cuba?, le pregunté a Abraham, quien reporta como periodista sobre la isla desde 2016 y es fundador de la revista digital El Estornudo (revistaelestornudo.com). “Yo vivo en riesgo y he aprendido a sobrellevar ese temor”, me dijo a través de su celular, con la imagen entrando y saliendo. “Es una locura. Todo el tiempo estás vigilado. Te llevan a interrogatorio. Los sitios en los que publicas están bloqueados por el régimen. Te golpean. Uno tiene que aferrarse a la responsabilidad de contar este país. Si no lo contamos nosotros, la gente va a seguir creyendo que esto es un paraíso, cuando es una cárcel”.

Para contar la verdadera historia de Cuba y para promover un cambio democrático, lo mejor y más rápido que pueden hacer otros países es proveer un eficiente sistema satelital de apoyo al internet. El destino de Cuba lo deben marcar los propios cubanos, y nadie más, pero hay que oír sus voces. “La Internet cambió a este país”, me dijo Abraham, antes de que se fuera la señal. “Internet nos ha empoderado a los cubanos y nos ha hecho saltar del espacio virtual a las calles. Y cada vez más estamos corriendo la cerca. Nadie sabe lo que pueda pasar”. Efectivamente, nadie sabe, pero como me dijo una periodista cubana: “Despertó el caimán”.