23/04/2024
11:17 PM

Crisis del liberalismo y los liberales

Juan Ramón Martínez

Distraídos por la crisis del “liberalismo” político catracho hemos olvidado el liberalismo económico y prestado poca atención al hecho de que el liberalismo político, valga decir la democracia, no siempre se ha llevado bien con el capitalismo. Y que este, además de operar con sus propias reglas, basadas en teorías bastante consistentes, puede coexistir con cualquier régimen político. Operó muy bien con Pinochet en Chile y, lo hecho singularmente, con el modelo autoritario del Partido Comunista chino.

No hay duda de que el liberalismo hondureño es poco consistente, pues ha pasado por alto los conceptos básicos; por ejemplo, muy pocos recuerdan lo que dice Edmund Fawcet en Sueños y pesadillas sobre el liberalismo en su sentido más amplio.

Reconoce cuatro claves básicas: 1) resistencia al abuso de poder o dominación por parte de intereses particulares; 2) libertad para escoger la actividad a realizar y optar por aquello que nos guste, respetando la ley; 3) igualdad de acceso a las oportunidades, de forma que nadie niegue derechos a los demás, y 4) control y supervisión para que los mercados y el Gobierno no abusen ni que unos nos quiten nuestros derechos y libertades. De forma que el Gobierno y el mercado no estén por encima de los ciudadanos, sino que a su servicio.

Dice Toni Roldán Monés que “los liberales hemos despreciado la importancia de las emociones”.Dan Western expresa que no hay “nada más irracional que ser solamente racional en política”. Indicando que “los políticos liberales no podemos seguir limitándonos a vender listas de la compra con reformas tecnocráticas”.

Los psicólogos evolutivos, lingüistas y neurólogos han demostrado sobradamente que el cerebro político responde a estímulos emocionales, a historias y metáforas del mundo”. Y Martha Nussbaun (Emociones políticas) afirma que “el abandono de las emociones constituye un problema en la historia del liberalismo” porque, como remata Roldad Monés, “los humanos necesitamos sentirnos parte, pertenecer a una comunidad, reconocernos en nuestro entorno.

Los populistas explotan esa ansiedad convirtiéndola en miedo al otro, al que viene de afuera, a las élites, transformando ese miedo en nacionalismo tribal excluyente. Los liberales debemos ser capaces de construir historias sobre los valores que compartimos. Lo hace, por ejemplo,

Trudeau cuando explica que la identidad canadiense se basa en la apertura y en el orgullo de la diversidad. La idea del patriotismo cívico de Nussbaum va en esa misma línea.

Un patriotismo que se enorgullezca de los valores positivos que compartimos y que no se defina en contra de nadie”. Los populistas hondureños comparten esta idea de comunidad, igual que los mareros. Ofrecen comunidad, construyen un espacio territorial de definido y dan seguridad ante los extraños.

Como luchamos contra ellos, el liderazgo inmenso de Luis Suazo, no nos permite ver en el adversario virtudes que son fortalezas suyas, que se convierten, por ausencia, en debilidades nuestras.