La decisión del actual Gobierno y del partido en el poder de terminar el período con una ofensiva de poner a la venta recursos importantes del país, no solamente trae consecuencias para el momento, sino que amenaza con dejar al país atado a compromisos en el largo plazo. Aun siendo la vía correcta, que estoy seguro que no lo es, decisiones de este tipo no deberían resultar de un proceso tan poco transparente y apresurado. La historia del recién pasado nos demuestra episodios nefastos donde la incapacidad de gobernar solamente condujo a esos malos acuerdos hechos a escondidas produciendo más despojo y más subdesarrollo para el país.
Lo que nos ofrecen ahora Pepe Lobo y Juan Orlando Hernández es un coctel donde van combinados el concesionamiento de recursos y más deuda externa a cambio de reducir la deuda interna. Y de todo esto podemos encontrar algo en el pasado. Para el caso, la titularización de activos ha sido un tema muy discutido después de la crisis hipotecaria mundial. Si recordamos se trató prácticamente de empaquetar en títulos valores futuras promesas de pago, para trasladar el riesgo a los inversionistas obteniendo a la vez liquidez.
En un inicio las cosas marcharon bien para todos, pero pronto estos bonos se convirtieron en los famosos bonos tóxicos. A la luz de los análisis que se han hecho después de todo el desastre, ha quedado en entredicho esta opción ya que en un ambiente de recesión económica y sobre todo de poca regulación eficiente puede conducir esto a grandes fracasos.
Hace menos de un año la desesperación era por contraer más deuda y había que aprovechar los bajos interés en los mercados de capitales para endeudarse barato en dólares y pagar la deuda interna cara en Lempiras. En efecto, se lograron conseguir 500 millones de dólares que ahora constituyen deuda externa. Siete meses después, continua el interés por pagar deuda interna. Y para pagarla, al gobierno le han recomendado seguir concesionando recursos naturales y crear un fideicomiso donde irán cayendo las regalías. Pero como hay que pagarle a los bancos nacionales no se puede esperar. Se espera colocar títulos para captar recursos prestados hoy con el respaldo del fideicomiso.
Al parecer este Gobierno está dispuesto en estos últimos meses a todo. De allí que primero crea una imagen de total fracaso para después ofrecer el concesionamiento de largo plazo de las empresas públicas y de los recursos naturales. Y de hecho la gestión de las empresas y recursos públicos ha sido un fracaso, pero no por eso hay que rematarlos.
Seguramente lo más adecuado es reformar y modernizar las instituciones, pero con otros funcionarios que no se parezcan en nada a lo que hasta ahora hemos tenido.
Indudablemente que la prisa con que se actúa genera muchas dudas. Pero no solamente es eso lo que no gusta. Quizá después de todo ese desastre en los mercados internacionales, la experiencia con las concesiones y la crisis de la deuda externa no deberíamos ser los primeros en empezar la historia de nuevo.