26/04/2024
10:08 PM

Comenzar por uno mismo

Roger Martínez

Hay frases e ideas que a fuerza de escucharlas se nos van volviendo tópicos, cadenas de sonidos que dejan de significar algo importante para nosotros. Una de estas ideas es aquella que nos dice que no podemos esperar a que los demás cambien para bien, sino que somos nosotros los que debemos tomar la iniciativa, poner los medios y comenzar esa metamorfosis que nos convertirá en personas con las que es más fácil y agradable convivir; hombres y mujeres que dejaremos de ser una especie de “dolor de muelas” para aquellos con los que interactuamos frecuentemente. Y esto porque habrá ocasiones en las que, aunque esperemos sentados, no veremos señales de cambio en los demás y acabaremos por desesperarnos o, peor aún, decepcionarnos de la gente que nos rodea.

Con cierto kilometraje recorrido, he visto y entendido que, para lograr cambios positivos en los demás, debemos comenzar por nosotros mismos. Por ejemplo, si convivimos, familiar, laboral o socialmente con alguien que suele darnos coces, respuestas desabridas o caras largas, lo mejor es tratar bien a esa persona, usar de buenas maneras con ella y hablarle con delicadeza y buen tono. Ya decía el santo y poeta castellano Juan de la Cruz que donde no había amor había que poner amor para sacar amor. Otro autor afirmaba que había que “ahogar el mal en abundancia de bien”. Fácil de decir o de escribir y difícil de practicar. Pero es que todo lo bueno cuesta ... como hemos oído miles de veces. Al final, el esfuerzo habrá valido la pena porque en el proceso de “amansamiento” de la persona con comportamiento “rústico” al que nos hemos personalmente comprometido, habremos aprendido mucho y crecido en paciencia, en comprensión, en empatía. Si una persona, con la que nos topamos todas las mañanas, nunca nos da el buenos días, démoselo nosotros. Tarde o temprano caerá en cuenta de su falta de cortesía y se propondrá mejorar en sus habilidades sociales. Si alguien habla a gritos y nosotros le respondemos, sin que se note que se hace deliberadamente, por supuesto, de manera serena y educada, seguramente terminará por expresarse en otro tono.

De lo que se trata es de no esperar que los demás cambien, que mejoren, para hacernos la vida más grata, más llevadera, sino que, si nosotros estamos conscientes de que hay maneras de ser o de comportarse en los demás que son optimizables, hay que ayudarles a hacerlo. Porque si no, podemos caer en esos tan comunes vicios como lo son: la murmuración, los juicios críticos o la indiferencia ante los defectos de los demás.